Carlos Herrera-ABC
- Vendrá con discreción, estará a su gusto y se marchará para volver otra vez cuando le apetezca
Era cuestión de esperar al momento más adecuado. ¿Cuál? Uno en el que la noticia no fuera el gran titular de la jornada, en el que se desdibujara algo su tirón, en el que se hablase menos de su contenido que si se publicaba en una aburrida tarde de verano. Ucrania. Putin. Invasión. Muertos. Perfecto. Ahora.
Cope adelantó en exclusiva el documento mediante el cual el fiscal Luzón proponía archivar las investigaciones que debieran llevar al Rey Juan Carlos ante el Supremo: el papel llevaba ya unos cuantos días en los cajones de Dolores Damiana, a la espera de la firma, para ser puesto en conocimiento de la defensa del afectado. Pero ahí podía dormir el tiempo que se considerara necesario para preparar un relato pertinente y ‘demoledor’, característico de la rabieta infantil que asalta a algunas mentes jurídicas cuando no se salen con la suya, y alargar artificialmente un poco más el compás de espera. La divulgación pública del documento estropeó ese recreo final. Ya que había que hacerlo del común conocimiento, al menos se haría en el momento en el que pasase, no desapercibido, lo cual es imposible, pero sí desplazado del primer titular. Y ese momento fue anteayer.
¿Y cómo incorporar algo de descrédito en un papel que viene a decir que no encuentran razones de culpa en un investigado para querellarse contra él? Con la literatura precisa, aquella que viene a decir ‘no nos podemos querellar no porque el investigado sea inocente, sino por otra razón bien distinta: no podemos demostrar que nuestra sospecha es cierta y, además, era inviolable en el tiempo en el que desarrolló la secuencia delictiva’, es decir, ‘creemos que es culpable pero, mecachis, no lo podemos demostrar’. Lo cual no se corresponde con el papel garantista de un fiscal. Si no encuentra razones para denunciarle, sobran los versos de perdedor: se cierra una investigación y no se añaden desacreditaciones intencionadas. No obstante, del pozo maloliente de la Fiscalía General del Estado no cabía esperar otra cosa.
Una vez desbrozado el capítulo que podría aconsejar a Don Juan Carlos no proceder a movimientos algo aventurados, la pregunta que inmediatamente se instala en el colectivo general es: ¿invita este paso a su vuelta a España? Nada le impedía volver a su país antes del archivo de las diligencias y nada se lo impide después. Si se mantenía alejado en su residencia de Abu Dabi era por no haber cambiado el panorama que aconsejó en su día (‘en estos momentos’) su alejamiento de España, inducido a todas luces por el Gobierno y aceptado por la Casa Real; una vez superado el listón de la Fiscalía, el arma ariete de los chicos de Sánchez, puede reconsiderar su postura. Y me consta que lo hará en el momento que crea más prudente para los intereses de la Corona. Vendrá con discreción, estará a su gusto y se marchará para volver otra vez cuando le apetezca. No creo que tarde mucho. Menos que la Fiscalía en acabar su trabajo, desde luego.