ABC 23/05/15
· Los fundamentalistas siguen avanzando
· Domina un amplio territorio, donde impone su fanática visión del islam y explota varios yacimientos de petróleo
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) calcula que actualmente EI tiene bajo su poder el cincuenta por ciento del territorio sirio, una situación similar a la iraquí tras la conquista de Ramadi, corazón de Al Anbar, la provincia más extensa del país. Los yihadistas afianzan sus posiciones en zonas donde la población suní –mayoritaria en Siria, pero minoritaria en Irak– se siente discriminada por gobiernos chiíes aliados de Irán. Pese a la situación de guerra abierta, con bombardeos constantes de la alianza que lidera EE.UU., la administración yihadista funciona gracias a una combinación de miedo al fervor integrista de los combatientes más radicales y a la experiencia militar y política de militantes del Partido Baaz (el de Sadam Husein) que se han sumado a la causa del «califa», sobre todo en Irak. El paso del tiempo pone a los civiles en la obligación de elegir entre los gobiernos de Damasco y Bagdad o el «califato»: no hay otra alternativa (a excepción del oasis kurdo, saturado de desplazados árabes). «Estado Islámico ya es o está a punto de convertirse en un estado», opina David Kilcullen, implicado en el proceso de creación de las antiguas milicia «sahwa» («despertar», movimiento suní de Irak que acabó con Al Qaida entre 2007 y 2008). Para Kilcullen, «a estas alturas está claro que EI combate como un estado, que tiene más de 25.000 combatientes, entre ellos antiguos oficiales baazistas y veteranos de Al Qaida».
Los yihadistas, además, se han apoderado de importantes yacimientos de petróleo, cuentan con una red paralela para la comercialización del crudo, recaudan impuestos y, en especial, someten a chantaje económico a los cristianos y otras minorías que quedan bajo su dominio. Y se permiten pagar sueldos de hasta 1.400 dólares mensuales a los combatientes extranjeros que se han sumado a sus filas.
Luego en su «estado» imponen su propia ley. Con cada conquista EI repite la misma estrategia. Los milicianos van casa por casa buscando a colaboradores (policías, militares, políticos locales…) para ejecutarlos en plena calle. Palmira no ha sido una excepción y la aplicación de su particular visión del islam, la sharia más radical, ha comenzado en el minuto uno. Al menos 280 hombres habrían sido ya ejecutados, según revela el activista de la oposición de Homs, Bebars alTalawy, en su muro de Facebook. Lo que más llama la atención es la ausencia casi total de imágenes de Palmira en las primeras 48 horas de la conquista, algo poco habitual en un grupo rapidísimo a la hora de dar a conocer sus triunfos al mundo a través de las redes sociales.
En Tadmur, la ciudad moderna levantada a las puertas del conjunto arqueológico, vivían unas 200.000 personas antes de la guerra. Naciones Unidas calcula que al menos un tercio permanece en la ciudad que ha caído bajo control de EI de una forma rápida y sin apenas oposición de un Ejército sirio desmoralizado y desgastado después de cuatro años largos de guerra y mil frentes abiertos. Los medios oficiales informaron de la «evacuación de civiles», pero desde la ONU denuncian, citando «fuentes fiables», que los militares y milicianos leales a Assad impidieron la huida de muchos ciudadanos a quienes obligaron a permanecer en sus casas.
Los habitantes de Palmira, que al comienzo de las revueltas en Siria se alzaron contra el régimen, cambian la bandera tricolor siria por el negro de EI. «¿A dónde podemos ir, dónde podemos encontrar un lugar seguro? Nos sentimos atacados por la coalición internacional, por Estado Islámico y por el régimen», confiesa Fatima Said, profesora de 35 años de Raqqa, a la publicación electrónica Syria Deeply. Una sensación de terror compartida por los sirios e iraquíes que viven en el «califato» del que la histórica Palmira ya es parte.
Avance sigiloso
Raqqa se convirtió en capital del «califato en 2013, tras un golpe de fuerza de EI contra el resto de grupos armados de la oposición siria. Situada a 450 kilómetros al norte de Damasco, allí se encuentra Al Bagdadi recuperándose de las heridas sufridas en un bombardeo de la coalición. Los milicianos que han tomado Palmira llegaron desde Raqqa, recorrieron los doscientos kilómetros de estepa que separan las dos ciudades en sus vehículos y parece que no llamaron la atención ni de los aviones de Estados Unidos, ni de los del régimen de Al Assad hasta que fue demasiado tarde. Sus nuevos súbditos de Palmira tendrán ahora la opción de empuñar las armas o trabajar en la nueva administración por sueldos que van de los 300 a los 600 dólares, una cantidad superior a lo que cobra un funcionario medio del régimen en cualquier parte del país.
Con las nuevas autoridades no se van a librar de los impuestos. Además de conseguir dinero del contrabando de petróleo y de la extorsión, Estado Islámico recauda tasas por la electricidad y el agua, aunque el servicio sea muy deficiente. El alcohol y el tabaco quedan prohibidos y las mujeres obligadas a cubrirse con el niqab (velo integral). Los residentes de Palmira tendrán que acostumbrarse también a las ejecuciones públicas, la conocida y cada vez más extendida didáctica del terror de EI.