José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- A la pregunta de qué debe hacer Rusia con Ucrania, los estrategas del Kremlin tienen una respuesta concluyente: destruirla. Y así lo harían
El artículo del filósofo y estratega ruso Timofey Sergeytsev, miembro eminente de un ‘think tank’ vinculado estrechamente al Kremlin, es sobrecogedor. Se publicó el pasado 3 de abril en ‘Ria Novosti’. Se titulaba “Qué debe hacer Rusia con Ucrania”. Fue reproducido por ‘The Ukrainian Post’, que lo calificó como una especie de resumen del ‘Mein Kampf’ de Adolf Hitler porque plantea la eliminación de Ucrania, un Estado que considera entregado al nazismo.
Las medidas que propone este integrista ruso y propagandista de las políticas de Putin son las siguientes:
«Los pasos iniciales necesarios de la desnazificación se pueden determinar de la siguiente manera:
1. Eliminación de las formaciones nazis armadas (que significa cualquier formación armada de Ucrania, incluidas las Fuerzas Armadas de Ucrania), así como la infraestructura militar, de información y educativa que garantiza su actividad
2. Formación de cuerpos de autogobierno popular y milicia (defensa y orden público) de los territorios liberados que protegen a la población del terror de los grupos nazis clandestinos.
3. Instalación del espacio de información ruso.
4. Retirada de materiales educativos y prohibición de programas educativos en todos los niveles que contengan actitudes ideológicas nazis.
5. Acciones de investigación masivas para establecer la responsabilidad personal por crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, difusión de la ideología nazi y apoyo al régimen nazi.
6. Ilustración, publicación de los nombres de los cómplices del régimen nazi, su participación en trabajos forzados para restaurar la infraestructura destruida como castigo por las actividades nazis (entre aquellos que no estarán sujetos a la pena de muerte o prisión).
7. La adopción a nivel local, bajo la supervisión de Rusia, de actos normativos primarios de desnazificación ‘desde abajo’, la prohibición de todo tipo y formas de renacimiento de la ideología nazi.
8. Instalación de memoriales, letreros conmemorativos, monumentos a las víctimas del nazismo ucraniano, la perpetuación de la memoria de los héroes de la lucha contra él.
9. La inclusión de un conjunto de normas antifascistas y desnazificación en la constitución de las nuevas repúblicas populares.
10. La creación de organismos permanentes de desnazificación durante 25 años».
Y añade:
«Rusia no tendrá aliados para la desnazificación de Ucrania. Porque es un asunto puramente ruso. Y también porque no solo se erradicará la versión Bandera de la Ucrania nazi, sino también, sobre todo, el totalitarismo occidental, los programas impuestos de degradación y desintegración civilizatoria, los mecanismos de subordinación a la superpotencia de Occidente y los Estados Unidos».
Y remata:
«Para llevar a cabo el plan de la desnazificación de Ucrania en la vida de la propia Rusia tendrá que desprenderse finalmente de las ilusiones proeuropeas y proccidentales».
Este es el ‘relato’ ruso que se está vendiendo desde Moscú a sus nacionales y aliados. Parte del falso supuesto de que Ucrania es un país de nazis, lo que justifica su eliminación como entidad soberana. El escribidor de este terrible texto es el reflejo de lo que está ejecutando criminalmente Vladímir Putin. Punto por punto. Con la crueldad y gelidez emocional de esta pieza tan infame. Es una reformulación del peor y más terrible de los estalinismos. Josef Stalin también adujo la ideología nazi de los alemanes del Volga, asentados allí desde el siglo XIX, para desplazarlos y menguarlos de manera asesina.
Añadir comentarios adicionales a este programa de exterminio sería mermar el impacto emocional y moral que produce comprobar que en 2022 —tan lejos de la guerra de 1939 a 1945— se hacen planteamientos tan coincidentes con el Holocausto y tan similares con los gulags soviéticos. Se trata de un estremecedor regreso al pasado.
Si los países libres —tengan o no gas, carbón o petróleo— lo terminan consintiendo, se producirá otra catástrofe de proporciones inasumibles. Resultaría, en definitiva, una torturante metáfora del síndrome de Penélope: deshacer lo construido y volver a construir lo deshecho en un proceso inacabado y siempre frustrado de ese ‘fin de la historia’ que nos anunció Francis Fukuyama —la democracia liberal universal— que jamás llega.
Mientras, este perverso relato del nazismo en Ucrania —perfectamente falso— cabalga a lomos de los amigos de Putin, punto de conexión de los radicalismos de derecha y de izquierda. Véase el ejemplo en nuestro propio país.
Unos y otros parecen haber olvidado la tortura nazi a la Ucrania ocupada por Hitler en 1941, la masacre de judíos ucranianos en el barranco de Babi Yar, en las cercanías de Kiev, y la rapiña de las tropas del III Reich que provocaron otra hambruna en el país como la de los años treinta debida a la criminalidad de Stalin. Olvidan, en fin, la avidez nazi con la que Goebbels denominó a Ucrania “una gran panera” por su feracidad en la producción de cereales y el afán del régimen de Hitler por someter a los ucranianos —esos “eslavos idóneos para la esclavitud”— a la tarea subalterna e inhumana de servir a los arios en la deseada y no conseguida dominación de la vasta Ucrania.
La misión aniquiladora queda en manos de un nuevo general —Putin cambia a la cúpula militar conforme al modelo estaliniano— cuyo nombre —Alexánder Dvornikov— está directamente vinculado a la guerra de Siria y a la destrucción de Alepo. Rusia se apresta a desatar su gran ofensiva sobre el Donbás y será, además de inminente, a sangre y fuego.