Ignacio Varela-El Confidencial

Si se mantienen los síntomas que ofrece la primera oleada del ‘tracking’ de El Confidencial, el PSOE está en condiciones de lograr una cómoda victoria el 28 de abril

Como sucede en el ciclismo, todo indica que en esta carrera hacia las urnas el PSOE de Sánchez ha cogido la escapada buena, la que le dará el maillot amarillo en la meta. Si se mantienen los síntomas que ofrece la primera oleada del ‘tracking’ de El Confidencial (básicamente coincidentes con otros sondeos simultáneos), el PSOE está en condiciones de lograr una cómoda victoria el 28 de abril. Con 11 puntos de ventaja sobre el segundo, no hay ninguna combinación de gobierno que no incluya la permanencia en la Moncloa del actual presidente. Aquí 12 apuntes explicativos de lo que, a mi juicio, está sucediendo:

1. La izquierda se agrupa y la derecha se divide. Sigue habiendo más intención de voto a la derecha (45%) que a la izquierda (43%), aunque la distancia se ha estrechado mucho en las últimas semanas. Pero el PSOE absorbe el 70% de los votos de la izquierda mientras los de la derecha se fracturan en tres porciones: 43% para el PP, 32% para Ciudadanos y 24% para Vox. Se conocen de sobra los efectos drásticos de la fragmentación en la eficiencia electoral de cada bloque. El PSOE es el único partido nacional que aprovecha el 100% de sus votos.

 

2. Hay mayor decisión y ganas de votar en la izquierda. Es la primera vez en mucho tiempo que una encuesta preelectoral ofrece datos como estos:

  Izquierda
(1-4)
Centro
(5)
Derecha
(6-10)
Voto ya decidido 65,9 44,8 58,7
Intención de participar 72,3 56,5 64,3

Es un axioma en nuestra sociología electoral que el electorado de izquierda (especialmente el del PSOE) es más volátil y perezoso, por lo que sus victorias siempre necesitaron una alta movilización. También esto podría estar cambiando. El centro-derecha es quien hoy parece tener un serio problema de activación de sus votantes potenciales. Sobre todo, los del sector más templado.

3. Pierde relevancia la cuestión nacional y la gana el voto posicional. Pierde vigor la idea, que yo mismo he defendido, de que el eje central de esta votación sería la cuestión nacional. La irrupción de la extrema derecha introdujo en la posible coalición liberal-conservadora un elemento tóxico equiparable a la presencia del separatismo en la coalición socialpopulista. Ello desató una guerra bipolar entre bloques ideológicos, que ha hecho girar el eje de la campaña.

Si se pudiera retornar al momento preandaluz, con una oposición de centro-derecha representada únicamente por dos partidos inequívocamente constitucionales como el PP y Ciudadanos, los términos de la contienda serían distintos. Y su resultado, probablemente también. La corporeización —primero en el Gobierno andaluz y después en la plaza de Colón— de la alianza del centro-derecha con la extrema derecha ha resultado providencial para la estrategia de Sánchez.

4. El voto útil puede quedar inutilizado. Si fragua la convicción social de que el PSOE ganará inevitablemente las elecciones sin alternativa de gobierno viable, no hay discurso de voto útil que valga y todo el plan de Casado devendrá inane. En esta encuesta son ya muchos más (42%) los que prevén una victoria socialista, mientras solo un 18% espera que gane el PP. Hay un 30% que aún no pronostica un ganador: su evolución será decisiva. De momento, el único voto útil que ha funcionado es el del millón largo de votantes de Podemos que se han pasado al PSOE.

5. Vox destroza el equilibrio del centro-derecha. Su emergencia como fuerza condicionante de la alternativa al Gobierno actual ha sido un terremoto político, el mayor desde la moción de censura. Su efecto destructivo es aritmético, pero también moral. Todos los datos de la encuesta muestran la agitada confusión de los votantes de la derecha —entre la atracción fatal y el rechazo— ante el nuevo compañero de viaje. Si el ‘alien’ radiactivo que contamina a Sánchez es la coyunda con los separatistas, el de Casado y Rivera es Vox. Así, todos quedan igualmente infectados.

Si el ‘alien’ radiactivo que contamina a Pedro Sánchez es la coyunda con los separatistas, el de Pablo Casado y Albert Rivera es Vox

6. Gracias, Pablo. Es lo menos que Sánchez puede decir al dirigente de Podemos, quizá cultivado politólogo pero desastroso político. Iglesias siempre se ha equivocado con su socio-rival socialista. Erró gravemente sepultando su primera investidura y se suicidó patrocinando incondicionalmente la segunda. Ahora es su prisionero: en la tercera, ni siquiera tendrá la opción de decidir, el apoyo se da por descontado.

Por el camino ha destrozado su partido, se ha cargado el invento de las confluencias (al calcular el voto de UP, acuérdense de descontar los que obtengan Compromís y En Marea) y se ha convertido en el más eficaz agente electoral de Sánchez al llamar a sus seguidores a votar en clave de frente antifascista.

En 2015, Podemos recibió más de un millón de votos procedentes del Partido Socialista. Ahora devolverá el obsequio con creces.

7. El lío de Rivera. A fuerza de ejercer de saltimbanqui, Albert Rivera ya no es fiable ni para los suyos. Su tasa de fidelidad es bajísima: solo el 58% de sus votantes de 2016 dicen estar dispuestos a repetir ahora. En el electorado potencial de Ciudadanos se dan las cifras más bajas de voto decidido y de intención de participar. Cierto que el suyo es más un caso de ‘lucro cesante’ que de ‘daño emergente’. Aún se beneficia de los más de 900.000 votos que recibe del PP, aunque medio millón de los suyos se ha fugado a Vox.

Ciudadanos perdió el rumbo estratégico tras la moción de censura y la entrada de Vox ha terminado de descuadrarlo, adiós al ‘proyecto Macron’. Entre los motivos que citan los votantes que lo abandonan, los tres más mencionados son: los cambios constantes de posición, la preferencia de algunos por Vox y, para otros… el pacto con Vox. Difícil jeroglífico para resolver en un mes. Ya se sabe que, en tiempos de polarización, las fuerzas de vocación transversal lo pasan mal.

8. Casado no funciona. El nuevo líder no ha logrado en ningún momento reparar la quiebra emocional de gran parte de los votantes del PP con su partido. Tiene graves dificultades para recuperar lo que traspasó a Ciudadanos y ahora ha de atender a la sangría por el otro flanco: nada menos que 1,3 millones de antiguos votantes del PP anuncian su intención de apoyar a Vox.

Según declaran los desertores, la primera razón del abandono es —muy destacadamente— la corrupción. La segunda es… Casado.

9. ¿Ha tocado techo Vox? Tras las elecciones andaluzas, Vox experimentó un crecimiento explosivo en toda España. En tres meses, pasó de la inexistencia demoscópica al 12% de intención de voto. Se le veía crecer por días. En las dos últimas semanas, esa escalada se ha detenido, incluso con una leve inflexión a la baja. Ahora está en el 11%, que le supondría 2,5 millones de votos. Muchos de ellos solo servirán para que en provincias de clara mayoría conservadora el PSOE ocupe la primera posición (un diputado adicional y tres senadores). Gracias, Abascal, pensarán Iván y Pedro.

10. Sánchez siempre aprovecha las ocasiones. Estamos ante el Gerd Müller de la política española. Cualquiera que sea la opinión que se tenga de él como gobernante, es innegable su instinto de cazagoles del área pequeña. Aprovechó a fondo el estrés postraumático de los militantes del PSOE para ganar las primarias; aprovechó una sentencia judicial y el pasmo de Rajoy para encaramarse a la presidencia del Gobierno, y ahora ha sabido detectar el alineamiento astral de hechos concomitantes para convocar las elecciones y lograr que todos, voluntaria o involuntariamente, trabajen a su favor.

Lo cierto es que el PSOE completa en las encuestas un triángulo virtuoso: máxima fidelidad de sus votantes, enormes transferencias desde Podemos y frenazo en seco a la fuga que padecía hacia Ciudadanos. La primera es fruto de su reencuentro con el poder; Iglesias y Rivera han contribuido ejemplarmente a las otras dos.

11. El enigma de la abstención. Salvo sucesos excepcionales, la abstención es lo único que, a simple vista, podría alterar por completo las previsiones demoscópicas. Estimar la participación es un misterio insondable para los analistas de encuestas; pero se sabe que sus efectos son muchas veces determinantes del resultado. Aquí partimos de una estimación tentativa del 65,5%, que supondría 1,3 millones menos de votantes que en 2016. En quiénes sean esos abstencionistas y en lo que finalmente hagan puede estar la sorpresa de la tarta. Que se lo digan a Susana Díaz.

12. Cuidado con los escaños. Es poco ortodoxo calcular escaños con muestras tan pequeñas, aunque existen modelos que permiten aproximarse a ello. En esta ocasión, las estimaciones de escaños deben tomarse con la máxima precaución. Antiguamente, se sabía de antemano cómo quedaría el reparto en más de 30 provincias. En esta ocasión, solo se puede apostar con certeza sobre Soria. En todas las demás hay escaños bailando, que pueden cambiar de manos por diferencias microscópicas en el voto.

Tal como está el mundo, no es pequeña cosa que en España los partidos constitucionalistas ocupen los tres lugares del podio. Pero ni siquiera eso está garantizado. Continuará…