Nacho Cardero-El Confidencial

  • La clase política se ha destapado como alumna aventajada de Roger Ailes, creador de Fox News, para quien los ciudadanos no quieren estar informados sino sentirse informados

Las autoridades competentes no pierden ocasión para trasladar la idea de que mejor no cebarse con las desgracias que acechan al país. Las admoniciones vienen tanto del mundo de la política como del ámbito empresarial. Aseguran desde su púlpito que el simple hecho de hacerse eco de la cifra de contagios del coronavirus, las restricciones a la movilidad o los negocios que han echado el cierre genera incertidumbre y desconfianza.

La clase política se ha destapado como alumna aventajada de Roger Ailes, creador de Fox News, para quien los ciudadanos no quieren estar informados sino sentirse informados. Que los alimenten con noticias más que con conocimiento. Hacer los mensajes dúctiles.

Minusvaloran las tensiones que se están produciendo en nuestro sistema de garantías constitucionales. Ocultan esta realidad distópica con un ‘pelillos a la mar’. Alegan que las polémicas en torno a la elección de los vocales del poder judicial o los ataques al Rey en realidad no son tales, que han sido inflados por culpa de la polarización de la sociedad y de unos medios de comunicación que se han dejado infectar por el virus. Para frenar la corriente de pesimismo, solicitan mesura y lealtad para con el Estado.

No hay mejor forma de empedrar el camino hacia la autocensura que la apelación al bien mayor. Eso no es lealtad. Es servilismo

Así que uno se reúne con los poderes fácticos con la intención de cantarles las cuarenta por su incapacidad de gestionar la crisis y sale con la cabeza gacha, carcomido por la duda como Raskólnikov en ‘Crimen y castigo’, preguntándose si es culpable, si los medios de comunicación han contribuido a echar gasolina al fuego.

Acto seguido, sin embargo, cae en la cuenta de la trampa, de que se trata de un falso dilema, de que no hay mejor forma de empedrar el camino hacia la autocensura que la apelación al bien mayor. Lo que buscan las autoridades no es lealtad. Es servilismo.

Sacrificamos libertades, permitimos que se pisotee el Estado de derecho. Eso debe ser lo que algunos llaman ‘inmunidad de rebaño’

Los gobernantes y sus corifeos son fieles discípulos de Maquiavelo, en tanto en cuanto un buen político no debe guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en su contra y han desaparecido los motivos que determinaron su promesa. «Quienes toda su vida se habían opuesto a la pena de muerte, ahora aplaudían las ejecuciones sin fin en las purgas llevadas a cabo entre 1936 y 1938», escribía irónicamente George Orwell.

Es en circunstancias como las actuales, bajo la excusa de lo ‘extraordinario’, cuando los ciudadanos nos dejamos engañar. Después de escuchar tantas mentiras, resulta casi imposible reconocer la verdad. Sucede en los conflictos bélicos y ocurre en la pandemia.

Sacrificamos libertades que otrora nos parecían irrenunciables, somos testigos indolentes del fin del contrato social y permitimos genuflexos que se pisotee el Estado de derecho. Todo ello, junto y revuelto, debe ser lo que algunos llaman ‘inmunidad de rebaño’.

Las crisis económicas suelen devenir crisis informativas, acaso el peor enemigo de una prensa independiente editorial y económicamente

Si los métodos gubernamentales de persuasión no surten los efectos deseados, se pasa entonces a la crematística y siempre segura compra de voluntades, que es más efectiva aún si cabe en una crisis como la actual, solo comparable a la Gran Depresión de 1929. Las crisis económicas suelen devenir crisis informativas, acaso el peor enemigo de una prensa rigurosa, independiente editorial y económicamente, que no se deje influenciar.

Se ha extendido la especie de que papá Estado saldrá al rescate de los medios de comunicación en dificultades con la excusa de que la prensa es columna vertebral de toda buena democracia. Lo hará con dinero público, incluida una parte de los 140.000 millones que vendrán de la Unión Europea, que se regirán más por el criterio de discrecionalidad que por el de condicionalidad, por muchos controles que quieran levantar en Bruselas.

Si al poder no le funcionan ni la autocensura ni las prebendas económicas, tirará finalmente del manual para la intimidación, o directamente para la coacción, al que tan buen uso da, por ejemplo, Unidas Podemos, formación que conforma el actual Gobierno, con ataques ‘ad hominem’ a periodistas. Vienen malos tiempos para la lírica. También para la prensa.