Tonia Etxarri-El Correo
Él solo contra el mundo. «Mejor solo que mal acompañado», dijo, cuando algunos legisladores resaltaron su condición. Así compareció Santos Cerdán en el Senado. Con necesidad de revolverse contra todo aquel que se moviera. Su paso por la cárcel le ha enseñado a distinguir a sus enemigos entre los que fueron militantes de su partido. Cuando salió de prisión ya dejó su baza sobre la mesa: la exhibición de su soledad como arma de defensa o la venganza de poder infundir cierto miedo a quienes le han abandonado, a quienes no le concedieron el beneficio de la duda aplicándole la presunción de inocencia. Por eso, al expresar su agradecimiento por el apoyo recibido durante su estancia entre rejas, se refirió a los amigos de toda la vida y a su familia. Ni una palabra sobre sus compañeros de militancia.
Ayer quiso aprovechar la oportunidad que le brindaba la comisión del Senado para situar a todos al otro lado de su muro (él también lo tiene). El Senado, el Supremo, la UCO, el propio PSOE que ayer le hizo el vacío en la Cámara alta… Quien fue el ‘número tres’ del Partido Socialista, en sustitución de José Luis Ábalos, investigado por pertenencia a organización criminal, tráfico de influencias y cohecho –que actuó con una impunidad que ahora le provoca reparos a sus ex colaboradores–, tan adulado y ovacionado hasta hace sólo unos meses, no está dispuesto a quedar como un corrupto. Y ayer, desplegando una estrategia de defensa elemental, se dedicó a negarlo todo. Y a presentarse como el perjudicado por una Inquisición imaginaria. ¿El contrato de Servinabar que le mostraban en el Senado? No era el original, decía en su descargo. Normal. Sería una fotocopia de los documentos que están en poder del juez. Cerdán oía voces. Como el protagonista de la película ‘El Sexto sentido’, que, en ocasiones, veía muertos. Pero no eran las suyas ¿Las de los audios que le comprometen? ¿Quién sabe? La UCO manipula y la Inteligencia Artificial puede jugar malas pasadas.
Pero el peor trago se lo llevó el vasco Alfonso Gil que eludió formularle preguntas de tipo penal pero le trasladó un «reproche ético» a Santos Cerdán. Y salió trasquilado. El interpelado le devolvió el golpe emplazándole a que se preguntara si estaba en condiciones de hacerle a él un reproche ético. Y el boomerang fue tan fuerte que Alfonso Gil enmudeció. Cerdán no contestaba a las cuestiones fundamentales pero se dedicó a lanzar dardos. Con amenazas veladas. Y silencio. Mucho silencio.
Los nervios, la torpeza y su insensibilidad provocó que le llegara a preguntar a la senadora que le interpelaba «¿Usted se alegra del fin de ETA?». !A ella! A María Caballero, víctima directa de la banda terrorista que asesinó a su padre en el año 1998 por ser concejal de UPN ¿Cabe mayor provocación?
Desde que su abogado se lo recomendó, Cerdán se presenta como un perseguido político. Pero tira por elevación. Al decir que no volvería a ejercer de enviado especial «a nivel personal», insinuó que si fue muñidor de los pactos con Bildu en Navarra y con Puigdemont en Bruselas fue porque Sánchez le encargó ese papelón.