LIBERTAD DIGITAL 04/06/13
CAYETANO GONZÁLEZ
El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, ha tenido la peregrina idea de proponer que la banda terrorista ETA entregue sus armas a las instituciones vascas: «No entiendo –ha dicho– que ETA prefiera entregar las armas ante la Guardia Civil o el Ejército español antes que ante las instituciones vascas o a una representación del País Vasco». Según ha explicado, el PNV ha trasladado esta propuesta tanto al entorno de ETA como a los conseguidores internacionales, es decir, a aquellos, que con el visto bueno del entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, celebraron en octubre de 2011 la bochornosa conferencia de paz del Palacio de Ayete, en San Sebastián.
Se me ocurren varias razones para explicarle a Ortuzar por qué me ha parecido peregrina su idea. Primero, está por ver que ETA quiera entregar las armas que tiene en su poder, ni a la Guardia Civil ni a la Ertzaintza ni al lucero del alba. Han pasado ya veinte meses desde que anunció su «alto el fuego definitivo» y hasta el momento ni se ha disuelto, ni ha pedido perdón por sus crímenes ni, por supuesto, ha entregado una sola pistola.
En segundo lugar, Ortuzar tiene que comprender que la fiabilidad que tiene eso que llama «instituciones vascas» para ser depositarias de una hipotética entrega de armas por parte de ETA, en el mejor de los casos, está bajo mínimos, y en el peor… mejor no tentar al diablo. ¿Se imagina Ortuzar a una delegación de ETA entregando las armas que tenga en Guipúzcoa al diputado general de ese territorio, Martín Garitano, o al alcalde de San Sebastián, Juan Carlos Izaguirre, ambos miembros destacados de Bildu? Nunca ha sido aconsejable la cuña de la misma madera.
Pero es que casi es peor si pensamos que la banda terrorista decide hacer esa entrega, pongo por caso, a la consejera de Seguridad del Gobierno vasco, Estefanía Beltrán de Heredia. Esta señora fue la que hace unos días le dio su móvil particular a la portavoz de Bildu en el Parlamento autonómico, Laura Mintegi, para que le llamara si detectaba algún problema en la actuación de la Ertzaintza cuando este cuerpo policial, en cumplimiento de una orden de la Audiencia Nacional, fue a detener a una colaboradora de ETA que se parapetaba en un puente de la localidad vizcaína de Ondárroa protegida por 300 simpatizantes de la denominada izquierda abertzale. Como para depositar nuestra confianza en los buenos servicios de la susodicha.
Hablemos en serio. El PNV no tiene autoridad moral para plantear ninguna cuestión que afecte al hipotético final de ETA. Ha sido un partido que no ha apoyado en todos estos años ninguna de las medidas que se han tomado desde las instituciones democráticas para luchar contra el terrorismo de ETA. Y no solamente no las ha apoyado, sino que generalmente las ha criticado. Por lo tanto, si no estuvo a las duras, que no pretenda estar ahora a las maduras.
Por eso, el Estado, a través del Gobierno, de la Policía, de los jueces, con la colaboración internacional, tiene que seguir perseverando en su lucha, hasta que ETA se disuelva y, efectivamente, entregue las armas. Si al señor Ortuzar no le parece mal, todos estaremos más tranquilos si esto último lo hacen en la casa cuartel que a los terroristas les pille más cerca. Mario Onaindia, que en esta materia fue cocinero antes que fraile, lo tenía muy claro: «Menos mal –dijo hace ya unos años– que en la lucha antiterrorista nos queda la Guardia Civil». Pues eso.