Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 166/8/11
Quizás porque uno ya es viejo y lo ha visto casi todo es capaz de mirar lo que les ocurre a los demás y concluir que eso nos acabará pasando a nosotros si no ponemos remedio y aprovechamos su experiencia. En Inglaterra los jóvenes de barrios periféricos han saltado a la calle, asaltado tiendas para robarlas, quemado edificios enteros. Fechorías que han acabado en muertes, teniendo que sacar el Gobierno la policía a ocupar las calles y proceder los juzgados a juicios expeditivos. Descubriéndose precipitadamente causas, que estaban ahí, ciertas, en una educación familiar no responsable, en un sistema educativo malo, etcétera, pero sin reflexionar todavía, sobre las consecuencias de procedimientos gubernamentales tan duros. Y en Italia, duras han sido las medidas para contener el déficit.
Todo eso nos puede llegar, pero me sorprende y preocupa la generación que me sucede, que llora su desgracia, desgracia que todavía no se ha consumado del todo, pero que es incapaz de reflexionar y reaccionar, esperando que alguien dé la solución. Una señora me emocionó en televisión; se atrevió a decir algo que nuestros políticos nunca dirán, que deberíamos tomar medidas como en Italia, porque mientras más tarde, peor. Se pringó. La señora rozaba mi generación.
El consuelo ante este pensamiento poco amable, no por lo que viene, sino por la incapacidad de reflexión de los que nos dirigen, lo encontré en las magníficas líneas de Félix de Azua en este diario el domingo. Quién dice que el pesimismo es la capacidad de crítica; el pesimismo surge desde la incapacidad de ver, reflexionar, y, sobre todo, reaccionar. Quizás sea que se ha querido confundir capacidad de crítica con pesimismo.
Nunca pensaron en nada y todo salta por los aires. Si no pensaron en la crisis que venía, en la inmigración que no se podría atender, mientras nos ofrecían créditos bajos y nos animaban a consumir, qué narices iban a pensar en Batasuna, Bildu o Sortu. Ahora resulta que se escandalizan frente a la actitud de éstos. Quizás alguno pensara que la estrategia de la zanahoria y palo era suficiente para hacerlos chicos formales. A pesar de que la zanahoria fue convertida en caviar, toda Gipuzkoa y gran parte del resto, los muchachos ahí siguen con su estrategia de equiparar sus atrocidades al comportamiento del Estado, equiparando responsabilidades.
Sigo con mis respingos ante el periódico cuando leo la frase de uno de los que nos dirigen -«La izquierda abertzale se esconde detrás de Bildu»-, y no digo el nombre porque lo podría decir cualquiera que nos gobierna. Me dan ganas de salir corriendo, o qué se esperaba tras 30 años de enfrentamiento a la democracia y cultura radical en el mismísimo seno del sistema educativo, y con una sociedad en vilo, hasta que Ibarretxe se marchó. Miremos un poco, reflexionemos después, y cuando las barbas de otro veas remojar, reaccionemos, por favor, porque lo de Bildu es una guasa con lo que nos puede venir si seguimos engañándonos.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 16/8/11