ALBERTO AYALA, EL CORREO 23/06/13
· El PNV, tan nervioso cada vez que se mueve EH Bildu, tiene motivos para la reflexión en el terremoto político catalán.
La disputa por la hegemonía en el campo nacionalista entre el PNV y la izquierda abertzale tradicional sigue viva, pese a la clara victoria jeltzale en las elecciones autonómicas de octubre. Entonces, el partido de Ortuzar aventajó con claridad a EH Bildu: 107.000 votos, 9,5 puntos y seis escaños de diferencia. Aun así, ni uno ni otro dan por fijada la fotografía.
El marcaje es mutuo y diario. En ayuntamientos, en las juntas generales y en los parlamentos de Vitoria y Pamplona. Manda el desgaste casi a cualquier precio del que gobierna. Los acuerdos son sólo la excepción a la regla. Y el gran objetivo es similar: evitar que el oponente se apunte algún tanto. El último ejemplo: el rotundo rechazo abertzale al borrador de plan de paz de Urkullu, pese a sus equidistancias y sus guiños al mundo radical que, junto a las objeciones de PSE, PP y UPyD, amenaza con conducirlo al fracaso.
De extremo a extremo
Es evidente que la prioridad del Gobierno Urkullu se llama crisis. El gran objetivo estratégico ha pasado a ser alcanzar una línea de acuerdos básicos con el PSE que le garanticen un horizonte de estabilidad. El escenario se despejaría todavía más si el PP –clave en Álava y Gipuzkoa– se sumara a algunos de los pactos en negociación.
EH Bildu ni juega ni se le espera en esta partida de acercamientos. El PNV no piensa en la coalición ni ésta contempla dar el más mínimo aire al Ejecutivo jeltzale en minoría. Su prioridad política son los presos y la consolidación del nuevo tiempo sin tener que abjurar del pasado. Y, claro, avanzar hacia la secesión.
Aun así, el pulso es el pulso y los peneuvistas no dudan en hacer los paréntesis que hagan falta cada vez que atisban el menor riesgo de que el adversario logre algún as. Basta para confirmarlo con observar lo ocurrido con la supresión de la festividad del Día de Euskadi, instaurada la pasada legislatura por PSE, PP y UPyD. Algo que no era una urgencia para el Gobierno Urkullu, según propia confesión en el Parlamento, pasó a convertirse en asunto prioritario para el PNV tan pronto vio que EH Bildu presentaba la solicitud oficial para que la Cámara de Vitoria votara la eliminación de la festividad. De ir a remolque, nada.
El PNV tiene entre sus objetivos de legislatura lograr un nuevo estatus político para Euskadi y quiere que en 2015 los vascos se pronuncien al respecto. Las posibilidades de acuerdo con socialistas y populares parecen nulas mientras los jeltzales insistan en el derecho a decidir. E insisten. Un cualificado integrante del EBB sostenía hace escasos días en privado, al hilo de la propuesta de reforma del Estado en clave federal que prepara el PSOE, que «sólo tendrá recorrido si acepta el derecho a decidir, como ha hecho el PSC. Si no, no hay nada que hacer».
El cuarto gran protagonista de la política vasca, la izquierda abertzale, no ha destapado sus cartas al respecto. No ha terminado de concretar si aceptará sin más el calendario jeltzale o si, por el contrario, intentará hacer como con la abolición del Día de Euskadi: tomar la delantera y forzar algún tipo de pronunciamiento autodeterminista el año próximo en los parlamentos de Vitoria (donde el nacionalismo es claramente mayoritario) y Pamplona (donde no lo es).
Cualificados burukides jeltzales admiten no haber olvidado lo ocurrido con el ‘plan Ibarretxe’. El entonces lehendakari persuadió a la plana mayor de su partido de que la gravísima fractura social que originó su iniciativa y el portazo del Congreso se verían recompensados en las urnas. El chasco fue mayúsculo.
El ‘sorpasso’
La avalancha de votos pronosticada por el político llodiano se convirtió en la pérdida de cuatro escaños en los comicios de 2005. Claro que cuatro años después fue peor. Con la izquierda abertzale apartada de las instituciones, los partidos constitucionalistas lograron por primera vez mayoría absoluta en el Parlamento de Vitoria y el PNV perdió Ajuria Enea pese a haber ganado los comicios. Estos días es Cataluña quien aporta argumentos para la reflexión en Euskadi. Artur Mas creyó que la marea independentista de la última Diada haría olvidar los duros recortes sociales aprobados por su Gobierno y le entregaría en bandeja una mayoría absoluta en las urnas. Se lanzó, adelantó las elecciones y se estrelló. Rotos los puentes con el PSC y no digamos con el PP, el líder de CDC optó por profundizar en la senda soberanista y se lanzó a gobernar con el apoyo de los republicanos de ERC.
Los sondeos son apenas fotografías de situación aproximadas de un momento. El jueves el CIS catalán (el CEO) soltaba la ‘bomba’ política que ya había avanzado unos días antes El Periódico de Cataluña. La apuesta de Mas ha resultado de nuevo errónea. De celebrarse ahora mismo elecciones autonómicas, CiU –más fracturada internamente que nunca y lastrada por una maraña de casos de corrupción– perdería por primera vez las elecciones en favor de ERC, que lograría así el ansiado ‘sorpasso’ (adelantamiento). Eso sí, el separatismo volvería a ganar posiciones en el Parlament.
Sabin Etxea y Ajuria Enea tienen nuevos argumentos para la reflexión, por mucho que las situaciones vasca y catalana difieran en aspectos esenciales, de cara a pulir su estrategia a unos meses vista.
ALBERTO AYALA, EL CORREO 23/06/13