Santiago González, EL MUNDO, 7/7/12
«Es raro, de pronto siento como si se me hubiera metido una basurita en el ánimo», decía Mafalda, antes incluso de la dictadura de Jorge Rafael Videla y muchísimo antes de que una marca de Batasuna acabara rigiendo la Diputación de Gipuzkoa y gestionando sus basuras.
El hecho diferencial, la prueba del nueve de la gestión de Bildu está en las basuras, hermosa metáfora para la expresión legal del brazo político de la izquierda abertzale. Los terroristas que mantenían secuestrado al empresario nacionalista Angel Berazadi, recibieron una orden terminante, cuando las negociaciones que Eugenio Etxebeste, Antxon, mantenía en 1976 con los burukides Gorka Agirre y Mikel Isasi fracasaron porque la familia no disponía de los 200 millones que Antxon pedía como rescate: «tirarlo a la basura».
Seguramente los jelkides no recuerdan esto. Los abertzales, con total seguridad, tampoco, pero de raza le viene al galgo. Es perfectamente explicable que las basuras constituyan parte esencial de su proyecto políticos. Desde que la única fuerza que no condena el pasado criminal de ETA ni pide su disolución, gobierna a los guipuzcoanos, su querencia les llevó a la gestión de las basuras. El subconsciente tiene estas cosas. No quieren la incineradora y se muestran partidarios de cerrar los vertederos. Cada vecino debe colgar su bolsita de un gancho con su nombre, para que los inspectores puedan comprobar si es la adecuada.
La primera derrota de Bildu en las JJGG se ha producido por la vía de la metáfora. La gestión de las basuras ha llevado al PNV, al PSE y al PP a votar una moción de censura contra el diputado de Medio Ambiente, Juan Carlos Alduntzin, algo más de cien kilos en canal y con uno de esos físicos rotundos, que muy bien habría podido encarnar una versión amable y jatorra de Tony Soprano, un capo de la decadencia que siguió a la Mafia de El Padrino, cuyo negocio principal era, ¿adivinan cuál? Pues sí, justamente la gestión de las basuras.
Alduntzin recibió al apoyo caluroso de más de veinte alcaldes y algunas figuras de su grupo político, como Joseba Permach, Urizar y Betialarrangoitia. El censurado lloró, como los jugadores del Athletic al perder la final de Bucarest, mientras el PSE y el PP, que no fueron capaces de articular una alternativa con el PNV para atajar la llegada de Bildu al Palacio Foral, se ponían estupendos para recomendar a Garitano que pusiera la mouche a remojar, mientras el PNV explicaba que lo suyo era muy sectorial, solo basuras, no un frente antibildu.
En El emperador del Norte, película de Aldrich sobre la la Gran Depresión, uno de los vagabundos que viajaba como polizón en los trenes, encarnado por Lee Marvin, decía: «hubo un tiempo en que los estercoleros eran acogedores, pero ahora la basura de este país se ha convertido en una porquería». Antes, incluso, de que pasaran a gestionarla los sustitutos de Batasuna. Andie MacDowell le decía a su marido en Sexo, mentiras y cintas de video: «¿Cómo quieres hacer el amor con toda la basura que hay en el mundo?». A mí me pareció por entonces una frase surrealista. No comprendí que MacDowell era solo un hermoso ejemplar de guipuzcoana.
Santiago González, EL MUNDO, 7/7/12