Florencio Domínguez, EL CORREO, 2/10/12
Durante muchos años, los símbolos por excelencia del Alderdi Eguna, el día del PNV, fueron los discursos radicales de Xabier Arzalluz que acudía al evento con calcetines de lana y botas a modo de representación del acto de lanzarse al monte político. Sus discursos eran materia de polémica en los días siguientes con el resto de los partidos porque a nadie dejaban indiferentes, ni a propios ni a extraños, aunque los suyos tendían a disculparle considerando que aquellos pronunciamientos eran la concesión emocional de un día, en contraste con el comportamiento racional del resto del tiempo. Decían que eran «cosas de Javier», igual que ahora en el PSE se habla de las «cosas de Jesús» Eguiguren con ánimo de quitarle hierro al asunto.
El Alderdi Eguna era el día de las palabras mayores, del mensaje incendiario y esencialista que rompía con la práctica política cotidiana de la formación nacionalista. Y Arzalluz era el maestro de ceremonias ideal para aquel escenario y aquella representación. En el recuerdo están sus palabras afirmando que el PNV no sería nunca leal a la Constitución (1994), que el CESID vigilaba a los militantes de su partido (1996) o que el País Vasco no cabía en la Constitución (1998). A veces el Alderdi Eguna permitía ver la cuadratura del círculo del líder nacionalista: en 1995 se refirió al PP anunciando que llegaba una derecha que «viene a por nosotros». Meses más tarde hizo un pacto con esa derecha y terminó afirmando que «Aznar ha hecho más en un año que otros en 20» (1997).
Así fue hasta que, en 2003, en el escenario del Alderdi Eguna, precisamente, Juan José Ibarretxe le dio a Arzalluz el abrazo del oso, el empujón que lo sacó de la primera línea de la política.
El actual presidente del PNV y candidato a lehendakari, Iñigo Urkullu, invocó el domingo el magisterio de Xabier Arzalluz, pero hizo referencia al Arzalluz práctico y pactista de los años ochenta, no al que se radicalizó a finales de los años noventa. Urkullu apeló al líder que por un tiempo puso por delante la resolución eficaz de los problemas cotidianos de los vascos antes que la pretensión de dar satisfacción a sus demandas maximalistas.
El candidato del PNV apeló en concreto al esfuerzo colectivo de los vascos para hacer frente a los daños causados por las graves inundaciones de 1983. Ese esfuerzo colectivo resultó eficaz porque se vio acompañado por una gran implicación económica y financiera del Gobierno central, al igual que ocurrió con la reestructuración industrial de los años ochenta. Fue el esfuerzo conjunto de entonces el que sentó las bases de la prosperidad de los años siguientes. Conviene no olvidar el papel de todos los que se implicaron en aquel esfuerzo y el del Gobierno central –al que no se mencionó el domingo– no fue precisamente el menor.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 2/10/12