JORGE BUSTOS-El Mundo
LOS BRIGADISTAS de Sánchez enviados a salvarnos del fascismo parecen nerviosos. El número de votantes que está respondiendo a la llamada a filas gubernamental para combatir al dragón tricéfalo podría ser menor del que se airea. Si se trata de dragones al personal le sobra con Juego de Tronos, mero neorrealismo al lado del no es no de Sánchez a los independentistas (emoticono de llorar de risa), los cuales ya ni disimulan su gana de investirlo.
Con lo bien que estaba saliendo la farsa. Después de agitar el espantajo de Franco desde el minuto uno, de recuperar el lenguaje años 30 de «las derechas», de hacerse la foto en la tumba de Machado como si le hubiera leído y de camuflar bajo coartadas sociales su afición bahamondiana al decretazo, el tinglado da señales de fatiga. Sería una catástrofe que al cuento de Caperucita se le descubriera el lobo en la semana culminante.
De modo que la brigada sanchista se ha puesto a bombear petróleo extraído directamente del pozo negro de 1936 para rellenar el tanque argumental del bombero pirómano, como lo ha bautizado Maite Pagaza. Una socialdemócrata que sabe que votar a Sánchez es inmoral y explica por qué: primero atizó las brasas de la ira voxera y cuando cunde la llamarada se postula de sifón, consciente de que la fragmentación de la derecha le beneficia. Divide y vencerás ha sido el lema de este personaje cizañero de álbum de Astérix que ha medrado enfrentando a las bases contra el aparato, a los constitucionalistas contra los separatistas, al activismo feminista contra el consenso feminista y hasta a la tele pública contra la privada. Los brigadistas corren a tapar el destrozo presentando a Pagaza como una histérica que va provocando en su tierra o a Savater como un fascista cuyas aulas habrá que desinfectar según hacen en Cataluña los aliados de la España que quieres. A cualquiera que denuncie que el incendio es provocado, el sanchismo, escondiendo la tea con una mano, le acusa de incendiario con la otra. De ahí la necesidad ética del cortafuegos de Rivera.
Sánchez se autoexcluyó del constitucionalismo aupándose al poder con el voto de los enemigos del 78. Su moción de censura fue una cesura en la historia del PSOE: la venganza contra los socialistas que lo echaron de Ferraz por pretender esto que finalmente ha consumado. Si los españoles lo absuelven, qué le vamos a hacer: organizar la resistencia. Pero vosotros, brigadistas de un Caín vestidito de Abel, conservad con el poder también el pudor de no exhibir la medalla del coraje y el progreso. Adular a Nerón tan solo es una servidumbre más del pretoriano.