José Antonio Zarzalejos, LA VANGUARDIA, 10/5/12
Salven las distancias que quieran, pero el empellón gubernamental a Rodrigo Rato en Bankia y la ruptura del pacto entre el PP y el PSE de Patxi López en Euskadi remiten, de nuevo, al diagnóstico que en este mismo espacio esbocé hace dos semanas: el Gobierno de Rajoy ha interiorizado una determinación kamikaze que lo impele a no pararse en barras. El presidente del Ejecutivo ya ha aclarado que incluso sus propias promesas electorales serán víctimas de sus decisiones políticas -ya lo están siendo- porque la alternativa sería caer al precipicio. De ahí que si, pese al coste de la operación en términos de cohesión interna en el PP, hay que darle puerta a Rato para satisfacer una lógica financiera que el exvicepresidente alteraba, se le da, aunque se niegue haberlo hecho. De ahí también que si el sostenimiento de un gobierno autónomo como el socialista en Euskadi genera contradicciones al Ejecutivo popular, se le retira el apoyo. Todo ello bajo la protección de una mayoría absoluta que el Gabinete está más decidido que nunca a utilizar, como se volverá a comprobar de inmediato con la designación de un presidente de RTVE que no contará con el respaldo del PSOE.
Para Rajoy -«la esfinge asiria», en mordaz descripción del literato Javier Marías-, cada cual se labra su propia suerte. Rodrigo Rato tuvo, entre octubre y diciembre del pasado año, la posibilidad de que Bankia fuese absorbida por La Caixa y desdeñó la disposición de Isidro Fainé. La operación incorporaba un potente racional político y un menor, pero también suficiente, racional financiero. El Gobierno central veía la absorción como una doble baza -política y financiera- que hubiese reequilibrado el eje Madrid-Barcelona. Ahí perdió pie el ex director gerente del FMI y el lunes pagó su mala cabeza. Le ha ocurrido algo parecido a un Patxi López que confundió las referencias de sus propias capacidades parlamentarias e, incluso, personales. El socialismo vasco está a la baja porque la gestión de López ha sido inane. Una inanidad mixtificada con desafíos poco inteligentes a un Gobierno central en apuros que tenía a su disposición el voto de los trece escaños que le ofertaban al PSE la mayoría parlamentaria en Vitoria.
El Gobierno -sin hostilidad pero sin lamento- se ha enajenado también el apoyo presupuestario de CiU en el Congreso y va a afrontar sin mover un músculo los posibles recursos de la Generalitat a las medidas de ajuste en sanidad y educación, aun con el riesgo de haberse extralimitado en sus competencias. Por el momento, el PP català tiene la consigna de no romper con el Govern, sobre todo porque el president Artur Mas dispone de la posibilidad estatutaria de adelantar las elecciones. Si lo hiciera, el país entraría pronto en campaña en Euskadi, Galicia y, eventualmente, en Catalunya. El Gobierno no lo desea, pero también lo asume si no queda más remedio. Su mayoría absoluta no caduca hasta el 2015 y, según el barómetro del CIS del pasado martes, el desgaste gubernamental es más soportable que la incapacidad del PSOE de capitalizarlo.
Más Griñán
Ya se habla del Partido Socialista Obrero Andaluz, porque el PSOE como tal parece haberse evaporado. El hombre fuerte de este socialismo sureño es José Antonio Griñán, libre de Alfredo Pérez Rubalcaba pero preso del dúo de IU Valderas-Sánchez Gordillo. Desde Sevilla este frente izquierdista quiere ser la punta de lanza de la oposición al Gobierno del PP, que no ofrece al secretario general del PSOE espacio alguno. La posibilidad de recuperar el gobierno en Extremadura mediante una moción de censura que tumbase a Monago -el de los collons- se esfuma, porque la IU extremeña no está por la labor. O sea, más Griñán.
Menos Rubalcaba
La precaria posición de Patxi López, su hombre en Euskadi, la pujanza de su enemigo Griñán en Andalucía, el vuelco hacia el chaconismo en Madrid y Valencia y la desafección de Galicia hacen de Rubalcaba un líder precario. Sólo le falta al cántabro que el PSOE no logre el gobierno en Asturias. Si a todo ello añadimos que Mariano Rajoy no le trata como líder de la oposición y que los poderes económicos lo perciben débil en la dirigencia del PSOE, se entenderá que Rubalcaba esté yendo a menos. Véase la desconfianza que suscita según el CIS: del 80%, diez puntos más que Rajoy.
José Antonio Zarzalejos, LA VANGUARDIA, 10/5/12