LUIS HARANBURU ALTUNA, EL CORREO – 08/04/15
· Cuenta el historiador Suetonio que el emperador Augusto solía referirse a las calendas griegas, un tiempo inexistente, para hablar de quienes se resistían a pagar sus deudas. Prometían pagarlas en las calendas griegas, sabedores de que los griegos no computaban sus días en calendas. Todas las lenguas tienen expresiones similares para referirse a un tiempo que no existe; en castellano solemos hablar de cuando las ranas críen pelo o de cuando las vacas vuelen. Nuestro Axular solía utilizar la expresión ‘piko berantak’ para significar algo que se situaba fuera de las coordenadas del tiempo ordinario. Tanto los refranes populares como la locución atribuida al emperador Augusto establecen la existencia de un tiempo mítico distinto del tiempo histórico en el que los humanos nos desenvolvemos.
ETA y la izquierda abertzale suelen recurrir con frecuencia a la dimensión mítica del tiempo al establecer sus calendarios. Eso al menos parece significar su promesa de que las armas en poder de la organización terrorista serán entregadas en un tiempo no definido que tiene todas las trazas de corresponder al ámbito mítico. Lo hemos podido saber gracias a la filtración, interesada o no, del PNV según la cual la izquierda abertzale sitúa el tiempo de la entrega de armas en el momento en el que las fuerzas de seguridad abandonen Euskal Herria. La filtración parece ser veraz, ya que a los pocos días el Sr. Errekondo, diputado de Amaiur, hablaba de establecer una zona desmilitarizada en estas tierras. Por si todo ello fuera poco, el abogado Currin acaba de manifestar que eso de entregar las armas sin más equivaldría a la rendición de ETA y hasta ahí podíamos llegar… Todo confirma que en esta cuestión, en lugar de avanzar, estamos retrocediendo en el tiempo.
La regresión que observamos en la cuestión de las armas cabe entenderla en un contexto más amplio, en el que la izquierda abertzale ha regresado a posiciones anteriores a la legalización de Sortu. Cuando el partido abertzale fue legalizado, el gran argumento lo constituían sus estatutos fundacionales en los que la violencia era rechazada y se optaba por los cauces limpiamente democráticos. Los estatutos de Sortu no han variado, pero sí lo ha hecho su actitud ante el pasado que ahora es considerado acríticamente como un tiempo a reivindicar. De la matizada cautela al referirse al pasado violento se ha pasado a exigir un suelo ético más flexible donde las palabras no deberían significar lo que suelen. Hablan de no plegarse al léxico ajeno o postulan el pasado como si este fuera una tabla rasa donde cada cual puede escribir su relato. Lo preocupante con todo es la recuperación de los viejos eslóganes que hablaban de desmilitarización del País Vasco y la salida de las fuerzas de seguridad.
Hablar hoy de la desmilitarización del País Vasco es tanto como referirse a las calendas griegas del tiempo mítico. Si se supedita la entrega de armas al abandono de Euskadi por parte de las fuerzas de seguridad del Estado es que se está afirmando la nula voluntad de entregarlas. No es concebible el que las fuerzas de seguridad que han hecho posible la derrota del terrorismo abandonen el territorio pacificado a petición de quien ha sido derrotado. Semejante pretensión es solo explicable por la pervivencia del tiempo mítico en las mentes de la izquierda abertzale.
Ya nadie se acuerda de aquella famosa alternativa KAS que antes colmaba los comunicados y la boca de quienes apoyaban a ETA. Aquella alternativa solo era pensable en el tiempo mítico de la independencia inminente. Al parecer, en algunas mentes nostálgicas todavía alienta la pretensión de vivir en aquel tiempo. Es este un divorcio con el tiempo histórico que tiene graves consecuencias en el orden de la práctica política. Mientras los dirigentes de uno y otro signo del espectro abertzale especulan con zonas desmilitarizadas y otras virguerías ideológicas, varios centenares de presos de ETA languidecen sin un horizonte claro. Ellos, los presos y sus familiares, viven en el concreto tiempo histórico y de nada les sirve espec ular con que serán moneda de cambio de unos hierros oxidados que deberían entregarse allá en las calendas griegas.
Mientras las secuencias del tiempo mítico se suceden al ritmo de alambicadas propuestas y contrapopuestas entre abertzales, la paz es una realidad en nuestro sufrido país y el tiempo transcurre contra quienes no se deciden a desembarazarse de los mitos y de las calendas, que ya no regulan nuestra historia. Dicen esperar a nuevos gobiernos y nuevas constelaciones políticas, pero puede ocurrir que el futuro les sea todavía más ingrato.
En las elecciones andaluzas acaban de nacer pujantes dos nuevas fuerzas políticas que están condenadas a observarse con tiento. Los de Ciudadanos y Podemos pueden neutralizarse mutuamente y alguno de ellos puede erigirse en bisagra que hará innecesarios lo apaños con los nacionalismos periféricos. Y si no al tiempo. Quien aliente la esperaza de que vendrán tiempos propicios para la mítica negociación que todavía ofusca a la izquierda abertzale puede verse seriamente defraudado en sus expectativas.
El secretismo que rodea a las negociaciones entre el PNV y la izquierda abertzale en orden a establecer un marco de convivencia de su agrado tiene la grave carencia de que la paz y la convivencia afecta a todos los ciudadanos de este país y no solo a las distintas obediencias nacionalistas. Sea cual sea el acuerdo que alcancen, este tendrá que satisfacer tanto a nacionalistas como a quienes no lo son. El tiempo pasa, tres años ya, y la ciudadanía comienza a estar harta de las calendas abertzales. La paz y la convivencia no deberían ser una cuestión entre abertzales. La deuda que la izquierda abertzale tiene contraída con la sociedad vasca no puede ser renegociada.
LUIS HARANBURU ALTUNA, EL CORREO – 08/04/15