El ‘modelo Eguiguren’ fracasó, como había fracasado en 1999 el modelo de los nacionalistas basado en hacer un frente abertzale en torno a las banderas de ETA. El optimismo reinante hoy es el resultado de lo aplicado al abandonar la estrategia principal de Eguiguren, asumida por el presidente del Gobierno en su primera legislatura.
Cuándo es el fin de ETA?», se preguntó Jesús Eguiguren en la entrevista emitida el domingo por La Sexta. «Ya, ya», se respondió él mismo. El presidente socialista declaró que el final de la banda terrorista está «mucho más cerca de lo que se piensa» y se mostró convencido de que terminará dentro de la actual legislatura vasca.
La euforia del dirigente del PSE no es nueva. El 25 de marzo de 2006, recién iniciada la tregua de ETA, en una entrevista publicada en El Diario Vasco, Jesús Eguiguren decía: «Tengo fe ciega en que este proceso de paz va a salir porque sus cimientos están muy bien construidos».
Aquel proceso, el de 2006, fue obra muy personal de Jesús Eguiguren y sus contactos con Batasuna, primero, y con ETA, después, pero todo se vino abajo con el atentado del 30 de diciembre. Se demostró que los cimientos no tenían la solidez que creía el presidente de los socialistas vascos. La responsabilidad única fue de ETA, pero la banda buscó justificarse, precisamente, en los cimientos invocados por Eguiguren que fueron negociados con ‘Josu Ternera’ en Suiza.
Durante el mes de julio de 2005, el presidente del PSE y el dirigente de ETA se reunieron durante unas treinta horas, repartidas en once encuentros espaciados a lo largo de veinticuatro días. En noviembre hubo otras nueve sesiones mano a mano, con presencia de los intermediarios suizos. Ahí se perfilaron las bases de un proceso que acabó oficialmente con el atentado de Barajas.
El ‘modelo Eguiguren’ fracasó, igual que había fracasado en 1999 el modelo de los nacionalistas basado en hacer un frente abertzale en torno a las banderas de ETA. El esquema del primero y el de los segundos tienen en común la idea de hacer gestos y movimientos -incluso concesiones de naturaleza política- dirigidos hacia ETA y su entorno para incentivarles a abandonar las armas. La experiencia ha demostrado que no sólo no se les incentivó para avanzar en ese camino, sino que se reafirmaron en sus posiciones violentas tradicionales.
La situación actual no es el resultado de esas estrategias sino del ‘plan B’ que aplicó el Gobierno a partir de 2007 basado en la persecución implacable de ETA y de su entorno político. En contra de lo que afirma Batasuna, los pasos que han dado no han sido pasos unilaterales, adoptados sólo por su voluntad, sino que han sido provocados por la firmeza del Gobierno. Si ahora hay una oportunidad para el final de ETA no se debe a la buena voluntad de Batasuna, ni mucho menos a la de la banda. Tampoco a la condescendencia hacia la izquierda abertzale, sino a lo contrario, a una política antiterrorista exigente como la aplicada tras la ruptura de la tregua.
El optimismo reinante por la posibilidad de que no esté lejano el final de ETA es el resultado de la política antiterrorista que se aplicó cuando se dejó de lado la estrategia principal de Jesús Eguiguren, asumida por el presidente del Gobierno en su primera legislatura.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 9/11/2010