LIBERTAD DIGITAL 26/01/17
· El rechazo de Trump al Acuerdo Transpacífico beneficia a China, perjudica a la economía de EEUU y arroja serias dudas sobre el comercio mundial.
Si algo está demostrando el presidente de EEUU, Donald Trump, durante sus primeros días en el cargo es que está cumpliendo, punto por punto, las promesas electorales que le condujeron a la Casa Blanca. Por un lado, su Administración ya ha anunciado un drástica reducción de impuestos, la eliminación del 75% de las regulaciones que afectan a los negocios y la construcción de dos grandes oleoductos que habían sido paralizados por Barack Obama, pero estas medidas positivas para dinamizar la economía norteamericana se combinan con otras de carácter proteccionista, cuyos efectos serán negativos a medio y largo plazo, como el rechazo a los tratados de libre comercio.
Aunque este tipo de acuerdos internacionales están asociados al «libre comercio», en realidad no dejan de ser tratados de carácter mercantilista, donde dos o más estados alcanzan un pacto para reducir o eliminar aranceles y homogeneizar ciertas regulaciones que afectan a unos u otros sectores productivos. Ésta es la razón por la que este tipo de tratados ocupa cientos o miles de folios: en ningún caso garantizan un libre comercio total entre las empresas y particulares de sus respectivos países, sino que acuerdan de forma conjunta las reglas comerciales que deben operar entre los firmantes. Es decir, siguen existiendo aranceles y trabas para comerciar libremente, aunque menores.
Así pues, no se puede hablar de libre comercio en sentido estricto, pero lo que sí han logrado dichos tratados es avanzar en la denominada «globalización» mediante la reducción de barreras proteccionistas durante los últimos 40 años. Trump, sin embargo, blande aquí un discurso nacionalista, y, por tanto, nocivo para el conjunto de la economía, consistente en rechazar este tipo de tratados y las ventajas que lleva aparejadas, al tiempo que amenaza con nuevos aranceles y condena la deslocalización de empresas.
Sus primeros anuncios en esta materia lo dejan claro: Trump renogociará el NAFTA, cuya firma, hace ahora algo más de 20 años, ha incrementado las transacciones comerciales entre EEUU, Canadá y México; y acaba de firmar la retirada del Acuerdo Transpacífico (TPP), cuya ratificación hubiera dado lugar a la mayor zona de libre comercio del planeta, con un total de doce países y más del 40% de la economía mundial implicada.
El Gobierno norteamericano ha anunciado que, a partir de ahora, negociará acuerdos bilaterales con algunos de los países integrantes del TPP, pero, con independencia de su resultado, este cambio tendrá consecuencias a corto plazo. Los resultados inmediatos de esta última decisión se resumen, básicamente, en tres puntos.
1. China ganará influencia en el Pacífico
En primer lugar, cabe recordar que el TPP no era un acuerdo comercial al uso, sino que contaba con claras motivaciones geopolíticas, ya que la Administración Obama impulsó este tratado con el objetivo de restar influencia a China, la segunda potencia del mundo. Dicho pacto excluía al gigante asiático y buscaba reforzar la presencia de EEUU en la región Asia-Pacífico gracias al refuerzo de las relaciones comerciales.
Pero la retirada de EEUU cambia por completo este panorama. Así, nada más conocerse la noticia, Pekín anunció su intención de sustituir el hueco dejado por la primera potencia mundial. China tiene ahora una oportunidad para impulsar alternativas de integración económica al TPP, como la Asociación Económica Regional Integral (RCEP) y el Acuerdo de Libre Comercio para Asia Pacífico (FTAAP), cuyas firmas reforzaríansu poder económico y comercial en la región.
Pekín, que ya tiene tratados de libre comercio con la Asean, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, entre otras economías, aspira a lograr un área de comercio aún mayor, tras la retirada estadounidense.
2. Unos 18.000 aranceles
El segundo efecto inmediato es el mantenimiento de las tarifas y trabas vigentes entre estas doce economías. El TPP no era perfecto, pero combinaba liberalización comercial con reducción de aranceles y barreras administrativas cuya aplicación habría impulsado las transacciones entre los países firmantes (Canadá, México, Perú, Chile, Australia, Singapur, Nueva Zelanda, Brunei, Malasia Vietnam, Japón y EEUU).
En concreto, la puesta en marcha del TPP eliminaría cerca de 18.000 aranceles que, hoy por hoy, tienen que afrontar las exportaciones de EEUU al resto de países formantes. El 90% de estas tasas quedarían eliminadas de inmediato tras su promulgación y casi el 100% dentro de 16 años. Y algo similar sucedería con muchos de los productos importados de la zona del Pacífico, cuyo precio se abarataría para las familias y empresas norteamericanas. Y ello sin contar que el TPP liberalizaba de forma muy sustancial el comercio y las transacciones electrónicas. En total, su aplicación podría generar unos beneficios de 233.000 millones de dólares al año, de los que 77.000 millones llegarían a EEUU.
3. Incertidumbre
Por último, aunque Trump pretenda ahora sustituir el TPP por tratados bilaterales, hay que tener en cuenta que este tipo de negociaciones llevan tiempo y no siempre son sencillas. El Acuerdo Transpacífico, por ejemplo, se empezó a negociar en 2008 y ahora estaba en fase de ratificación. Canadá, por su parte, tardó siete años en firmar el acuerdo de libre comercio con la UE y algo similar sucede con el tratado entre EEUU y la UE (TTIP), ahora congelado y sin visos de prosperar.
El Instituto Peterson ha analizado una veintena de acuerdos bilaterales existentes en EEUU y terceros países y el tiempo medio de negociación es de 1,5 años y más de 3,5 años para que entren en vigor. Además, más de la mitad de estos tratados se firmaron en año electoral en EEUU, por ser éste un período más propenso para culminar la negociación ante el posible cambio de Gobierno.