IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Las elecciones catalanas han dejado a (casi) todos contentos. Era de esperar. Suele suceder. La lectura de los porcentajes obtenidos han hecho enloquecer a los indepes, que obtienen más del 50% de los votos emitidos y una porrada más de escaños obtenidos. Un triunfo que, al parecer les habilita para iniciar, nada menos que, un ‘revival’ de la declaración unilateral de independencia que les liberará, ¡por fin!, del pesado yugo que les impone el Imperio español. Un Imperio, a través del cual, y como dirían los del Frente Popular de Judea de los Monty Python, tan solo han obtenido la entrada en la Unión Europea, la pertenencia al euro, el mayor mercado para sus exportaciones, la compra de sus bonos calificados como basura por las agencias de ‘rating’, la solución a sus déficits en la Seguridad Social y otras bagatelas similares. Chucherías, cristalitos de colores, meros abalorios que ya no les engañan. Supongo que esta vez tratarán de que la declaración de independencia dure unos minutos más que los pocos minutos que duró la anterior.

En cualquier caso, es seguro que nos proporcionará grandes distracciones durante los próximos meses. Ya sabe que, al final, esto de gobernar consiste en poco más que en entretener.

Están encantados, pero, ¿se han dado cuenta de que casi la mitad de los catalanes no ha querido participar en la gran fiesta de la democracia? ¿Son unos sosos aburridos o es que no encuentran el interés real de tanto alboroto? Hay más. Los ‘indepes’ han ganado en votos y en escaños. Ya, pero ERC -el gran triunfador de la noche en la parcela independentista-, ha perdido desde las anteriores elecciones 332.254 votos -¿no está mal, eh?- y JxCat le supera con 380.231 votos perdidos. ¿Es para estar contentos? Pues lo están, lo están. Así que no es de extrañar que el PSC califique sus resultados de triunfo histórico, ya que han ganado 46.199 votos desde el mínimo al que le condujo el ahora flamante ministro Iceta. Desde luego, no hay comparación…

Como serán las cosas que hasta el secretario del PP encontró razones para explicar su ¿suicidio electoral? en las diferencias que existen con las elecciones generales. Hay que tener valor. No solo no captó una sola papeleta de las masas que huyeron de Ciudadanos, sino que perdió uno de sus escasos cuatro escaños. Imagino que cree firmemente en aquello que se decía de «la constancia en los reveses dio el triunfo a los portugueses». Pues nada, a esperar. Sentado estará más cómodo.

¿Cuándo nos haremos mayores? ¿Cuándo hablaremos de las cosas aburridas como el reparto de activos, los compromisos de deuda, la solución a los déficits, del (des)encaje en las instituciones europeas, de la huida de inversores, de la caída del empleo…? Pero ¡qué preguntas tan impertinentes! Hoy hay que aplaudirles a los políticos. Están contentos y no debemos ser aguafiestas.