Ignacio Camacho-ABC
¿El tótem de la inacción, la esfinge de la cachaza, echará ahora de menos los «líos» que tanta pereza le provocaban?
A ver si va a ser verdad eso del síndrome del ex, de la angustia existencial que se apodera del prócer retirado cuando el teléfono deja de sonar o sólo llaman los amigos para invitarlo a una comida y la esposa para recordarle que tiene que pasar por el súper o la farmacia. De otra manera no se entiende que un tipo como Rajoy se esté dejando querer ante la insólita propuesta de presentarlo candidato a la Federación Española de Fútbol. Sí, Rajoy, la esfinge que dejaba desesperarse a Merkel mientras la prima de riesgo rompía los ejes de coordenadas, la estatua que no movía un músculo de la cara cuando Cataluña estaba a punto de independizarse por las bravas. ¿El tótem marmóreo de la inhibición y la cachaza se habrá hastiado ante el paso de las horas muertas en un registro de la propiedad en la Castellana? ¿Sentirá el gusanillo de la acción, del protocolo, de la agenda cargada, el hombre que hizo un estilo de la pasividad, del estatismo, de la tardanza? ¿Echará de menos los «líos» que tanta pereza le provocaban y que siempre procuró dejar que se resolvieran solos sin hacer nada?
Porque si se trata de líos, en la Federación le esperan por docenas. Líos con el VAR. Líos con los árbitros. Líos con los clubes. Líos con la Copa. Líos con la Liga. Líos con la UEFA. Líos con la selección. Líos con el calendario. Líos con una prensa tan apremiante y excitada como la deportiva. Líos mañana, tarde y noche. Líos los domingos y entre semana. Líos, líos, líos, esa maldita palabra, ese concepto odioso del que cuando mandaba huía como gato del agua. Quizá sólo esté paladeando la cosquilla de una expectativa morbosa, dejando que su nombre corra para satisfacer una vanidad disimulada en la leyenda del personaje imperturbable que dejaba pasar las tormentas leyendo el Marca. Porque si de veras sabe de lo que va esa propuesta-trampa, echaría a correr camino de Galicia sin tomar aliento hasta Ponferrada.
Y, sobre todo, porque un dirigente de prestigio puede perder unas elecciones contra Zapatero, o tragarse sin verla venir una moción de censura urdida por los mismos que le acababan de aprobar un presupuesto. Puede caer víctima de una conspiración en cualquier momento; son gajes de un oficio por definición navajero en el que siempre es fácil acabar derribado en una intriga o un contubernio. Pero después de que se la haya dado con queso un trilero como Sánchez, lo que ningún político que se precie de serio haría es arriesgarse a que le gane por la mano un tal Rubiales.
Esa ofrecimiento está envenenado. Y aceptarlo equivaldría a olvidar que la grandeza de un hombre de Estado se mide por la importancia de sus adversarios. A Rajoy tal vez le divierta jugar con la caricatura de sí mismo, pero hay mejores maneras de distraerse si está aburrido. Para acabar como mascarón de Javier Tebas más vale dedicarse a ver pasar las tardes en un apacible casino de Pontevedra.