- La retórica de la justicia social es «el nuevo bolso Birkin»: no está destinada a ayudar a los vulnerables; está diseñada para mantenerlos alejados.
¿Por qué las ideas liberales o el radicalismo político son más defendidos por las llamadas élites que por la gente corriente? ¿Acaso las primeras son más listas, más cultas o saben más que el pueblo llano?
Atendiendo a los estropicios causados, no lo parecería. El libro Troubled, que acaba de publicarse en los Estados Unidos, intenta explicarlo de una forma sugerente. Su autor, Robert Henderson, psicólogo salido de la Universidad de Yale, era conocido por una newsletter muy popular y por sus escritos en diversas publicaciones donde promovía un concepto interesante: el de las creencias lujosas.
Un nuevo nombre para algo que ya denunciaba Charles Murray en su libro de 2012 Coming Apart.
«Las ‘creencias lujosas’ son ideas y opiniones que confieren estatus a las clases altas [1], mientras que a menudo imponen costes a las bajas», dice Henderson.
Hoy en día, cualquiera viste a la moda, viaja a países exóticos o aprende a jugar al tenis. Por ello, los ricos buscan incansablemente características que les distingan de las masas.
«Las personas adineradas son las más propensas a afirmar que el matrimonio no es importante, aunque luego hagan lo contrario»
Henderson, separado a los tres años de una madre drogadicta de origen surcoreano, nunca supo quién fue su padre ni si lo sabía su madre. Fue pasando por distintos hogares de acogida y tuvo una atención muy deficiente durante su infancia y adolescencia, lo que le llevó al abandono escolar y al consumo de drogas.
En un intento de cambiar un rumbo peligroso, se alistó en el ejército, lo que le permitió unos años para madurar y, acortando una historia conmovedora e ilustrativa, acabar finalmente estudiando en Yale.
Para él, que sufrió la carencia de la figura paterna y disfrutó de las mieles de toda clase de familias ‘alternativas’, el buen predicamento de todo ello entre sus compañeros de universidad fue una gran sorpresa.
Y es que las personas adineradas son las más propensas a afirmar que el matrimonio no es importante, a expresar su apoyo a la ‘desfinanciación’ de la policía, a la legalización de las drogas, a las fronteras abiertas, a las costumbres sexuales permisivas o, como veremos luego, a utilizar términos como «privilegio blanco».
Pero fue más grande la sorpresa al comprobar lo poco que lo practicaban ellos mismos.
Efectivamente. Los ricos no predican con el ejemplo. La gran mayoría de los graduados universitarios estadounidenses que tienen hijos están casados. Sin embargo, era usual entre los compañeros del autor asegurar que «la monogamia está obsoleta» a la vez que planeaban casarse tradicionalmente en un futuro.
Today is the big day!
My debut book, «Troubled: A Memoir of Foster Care, Family, and Social Class,» is now out in bookstores everywhere!
The Audiobook is read by yours truly.
US: https://t.co/52BcktW8GC
UK: https://t.co/t3WCFIFwbF
— Rob Henderson (@robkhenderson) February 20, 2024
Algo totalmente consecuente con la realidad: mientras que el 85% de los niños nacidos en familias de clase alta son criados por ambos padres biológicos, sólo el 30% de los nacidos en familias de clase trabajadora lo son.
Y los pobres se creen las consignas ‘progres’ cuando, en palabras de Henderson, «los niños criados por madres solteras o por cuidadores distintos de sus padres tienen cinco veces más probabilidades de ser encarcelados que los niños criados por ambos padres».
¿Qué hace que el libro de Henderson se considere un triunfo del sentido común? Quizá el hecho de que pasara por el ejército, de que entrase en la universidad no tan joven y de la particular relación con la clase trabajadora.
«Al criarte en la clase trabajadora, se desarrolla una cierta relación con lo fáctico. Tus padres trabajan con las manos, con cosas o en términos íntimos, a veces corporales, con otras personas. Se impregna de respeto por lo concreto, lo tangible, lo que se puede conocer a través de la experiencia directa, y el correspondiente desprecio por el eufemismo y la hipocresía», dice Henderson en Troubled.
«La justicia social no está destinada a ayudar a los vulnerables; está diseñada para mantenerlos alejados»
Así que era inevitable el choque con las ‘creencias lujosas’ de unos compañeros que no iban a ser coherentes con ellas, y con una universidad que fomenta la cultura de la queja y la obsesión virtuosa con quienes considera ‘desfavorecidos’.
Efectivamente, hay una cultura que sostiene que la infelicidad asociada con ciertos comportamientos y elecciones proviene principalmente de los juicios sociales negativos que provocan, y no de los comportamientos y elecciones en sí.
Sin embargo, los juicios sociales negativos a menudo sirven como barreras para disuadir de decisiones perjudiciales que conducen a esa infelicidad.
En otras palabras: para evitar la desgracia, habríamos de admitir que ciertas acciones y elecciones son indeseables en sí mismas (crianza en soltería, obesidad, abuso de sustancias, delincuencia, etcétera) y no algo que simplemente necesite de una ‘normalización’.
En palabras del autor, la retórica de la justicia social es «el nuevo bolso Birkin»: no está destinada a ayudar a los vulnerables; está diseñada para mantenerlos alejados.
Por ejemplo, si al final se pusieran en marcha políticas para combatir el ‘privilegio’ de los blancos, no serían los licenciados en Yale los que resultarían perjudicados, sino los blancos pobres. Porque, como dice Henderson, «el privilegio de los blancos es la creencia lujosa que me llevó más tiempo comprender, pues crecí rodeado de muchos blancos pobres».
[1] Para Henderson la clase alta incluye (pero no necesariamente se limita a) cualquiera que asista o se gradúe en una universidad de élite y que tenga al menos uno de sus padres con un título universitario.
*** Teresa Giménez Barbat es escritora, antropóloga y exeurodiputada.