Alfonso Merlos, LA RAZÓN, 5/8/12
«Al Qaeda no es una organización, ni quiere serlo. Es un llamamiento, un referente, una ideología. Todo musulmán que se implica en un plan contra los ateos y los cruzados ya puede considerarse miembro de las Brigadas Islámicas de Resistencia Internacional. Cualquiera puede ser de Al Qaeda: sólo tiene que desearlo». El aserto es de Mustafá Setmarian Nasar, el español que más alto ha llegado en la pirámide del yihadismo y ayuda a entender a la perfección la morfología del grupo islamista desarticulado gracias a un brillante trabajo policial de información y puesto ahora a disposición de los tribunales.
Quienes hoy están en condiciones de planificar atrocidades de destrucción masiva en o desde España no tienen ligazón con los jefes árabes-afganos de la generación 11-S. Se trata de salafistas vertebrados en estructuras reticulares o de racimo, en dibujos en los que no aparece una cadena de mando rígida y vertical de índole militar o paramilitar al estilo de ETA o el IRA. Son fanáticos que conforman células autoconstituidas, autogestionadas y autosuficientes que se mueven por fenómenos de emulación, fascinación y contagio respecto de la vieja Al Qaeda Central. Cómo ya está probando la instrucción del juez Ruz, no es sencillo proceder con contundencia y pruebas indubitadas contra individuos preparados para explotar a su favor las garantías judiciales que ofrecen los estados en los que se asientan o infiltran. Y no lo es porque se trata de entramados numéricamente débiles, replegados sobre sí mismos y con una autonomía logística (explosivos, dinero, pisos) que hace cuasi-imposible la misión de encuadrarlos en una organización terrorista superior para su eventual condena. Simplemente porque en la mayoría de las ocasiones ese enlace no existe.
CNI, Policía Nacional y Guardia Civil conocen a la perfección que para el combate de esta violencia ha dejado de ser eficaz personalizar la amenaza en plataformas como el Grupo Islámico Combatiente Marroquí o el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, arraigados tradicionalmente en España. Hoy los focos de riesgo se han deslocalizado, el número de actores potencialmente peligrosos se ha multiplicado, sus patrones de conexión y hasta las nacionalidades se han diversificado; y el resultado es que la infiltración preventiva se ha hecho más y más complicada. Se mantiene en quienes se presentan como los verdaderos guerreros del Islam la ceguera totalitaria y la ausencia del miedo prescrita por precursores de la yihad como Ibn Taimiyya: «¿Qué podrán hacer conmigo mis enemigos? Si me destierran será para mi un viaje; si me encarcelan será un retiro; si me matan me harán un mártir».
Alfonso Merlos
Autor de «Terror.com: los nuevos frentes de la yihad»; «Al Qaeda: raíces y metas del terror global»
Alfonso Merlos, LA RAZÓN, 5/8/12