El Correo-ANÁLISIS TONIA ETXARRI
Se terminó el veraneo y se difuminaron los ‘cantos de sirena’ del lehendakari Urkullu y, a veces, de Andoni Ortuzar para lograr el máximo consenso en el debate parlamentario sobre el nuevo Estatuto. El caso es que el PNV ha estado jugando con dos barajas en tan delicada cuestión en los últimos meses. El mismo presidente del PNV que había desafiado a socialistas y populistas a unirse sin vetos porque su partido iba a seguir con su plan «con ellos o sin ellos», aseguraba hace poco, sin embargo, que los suyos estaban trabajando para ensanchar espacios. Pero ayer llegó EH Bildu y mandó parar. Y el PNV eligió.
Al ratificarse en las bases del preacuerdo para debatir sobre el nuevo Estatuto se blindan, precisamente, frente a una ampliación del consenso. Porque el texto tiene un corte tan identitario (el derecho a decidir, la relación con el Estado español en términos de bilateralidad, la clasificación entre nacionalidad y ciudadanía) que no hay juegos malabares que consigan hacer casar la independencia con el respeto al marco constitucional. La izquierda abertzale había empleado todos sus resortes de presión para que el PNV no se arrepintiera en el último momento. Durante todo el verano no ahorraron elogios al acuerdo calificándolo de «histórico». El propio Otegi aprovechó su paseo con el lazo amarillo por la manifestación de la Diada para enviar mensajes desde Barcelona. Euskadi tiene que seguir la estela del ‘procés’. En este plan.
¿Pero cómo se consigue sintetizar el derecho a decidir con el respeto al marco constitucional y estatutario actual? La ampliación del consenso para lograr un Estatuto transversal (la expresión es del lehendakari) parece cada vez más difícil. Porque ayer el PNV utilizó su baraja más radical en este juego parlamentario. Ratificando su propuesta de estatus independentista de la mano de EH Bildu. La de la transversalidad se la ha tenido que guardar Urkullu en el bolsillo. A la espera de que amaine el temporal. Pero pocos cambios podrá haber en el debate porque ya se han encargado de amarrar la literalidad del texto. Un aviso a los cinco expertos que deberán encontrar la cuadratura del círculo: cualquier aportación que se salga del guión deberá volver a la ponencia para ser ratificada. Esto va para largo. ¿Adiós a los máximos consensos? Ayer Podemos se sumó al método impuesto a los cinco expertos. El PSE se abstuvo y PP votó en contra.
Si se pretende cambiar el actual sistema autonómico, el nuevo Estatuto no llegará muy lejos. No logrará pasar el filtro del Congreso. Como le ocurrió a Ibarretxe. A no ser que los nacionalistas del Parlamento vasco quieran emular el estilo unilateral del ‘procés’ catalán. Y entonces tendremos conflicto. De todas formas, la mayoría parlamentaria no es la mayoría social. Lo recordaba ayer Idoia Mendia. Los sondeos van ofreciendo la foto del desentendimiento con proyectos rupturistas. El apego al independentismo, en Euskadi, cotiza a la baja. Los ciudadanos que se sienten «sólo vascos» rozan el 19% y los partidarios de la independencia no superan el 21%. La mayoría social se encuentra cómoda en las cotas tan altas de autogobierno; no verían mal una actualización del marco estatutario. Sin aventuras. Sin rebasar la legalidad. Desde que el nacionalismo catalán del ‘seny’ involucionó hacia el separatismo, la fractura social que padece Cataluña ha envenenado la convivencia en esa comunidad. Proponer un Estatuto que desprecie a esa mayoría de las encuestas supondría un retroceso. ¿Eso quiere el PNV para Euskadi?