- Si no existiera esa parte de Madrid, innovadora, viva y dinámica, sería imposible que estuviera avanzando a la velocidad que lo está haciendo
La Comunidad de Madrid ha venido siendo noticia desde que Isabel Díaz Ayuso ganó las elecciones autonómicas con una ventaja sobre sus rivales que casi nadie esperaba. La gestión de la pandemia en los primeros meses en las residencias de acogida de ancianos hicieron creer a la mayoría que Ayuso no podría llegar a unas elecciones y ganarlas arrastrando el pesado fardo de haber dejado en sus habitaciones a enfermos contagiados para que murieran en las residencias sin ocupar plazas en los hospitales de la comunidad.
Sin embargo, muchos madrileños consideraron más importante hacer caja en sus negocios que meter en cajas a quienes ni siquiera se les podían enterrar con dignidad. Ayuso supo ganarse el favor de los madrileños y suya fue la victoria. Suyo fue su mérito que no hay que discutírselo.
A partir de su éxito electoral, desde fuera, desde la llamada España vaciada, se perciben dos caras de Madrid. Una de esas caras es la más visible, la que diariamente genera noticias, la cara de la presidenta madrileña. Desde la periferia se percibe el intento constante de rebajar el nivel impositivo de los madrileños sin que nadie recuerde que una parte del IRPF que pagan los madrileños se debe al salario que perciben los funcionarios de los distintos ministerios y de las diversas instituciones enclavadas en Madrid; salario que pagamos todos los españoles. Cobran de los impuestos de los españoles y depositan el 50% en las arcas de la autonomía madrileña. Pasa igual con el Impuestos de sociedades. La central nuclear de Almaraz cotiza en Madrid y produce energía en Extremadura. Ejemplos similares se dan en las fincas extremeñas, muchos de cuyos propietarios mantienen su sede social en Madrid.
Esa es la cara que proyecta su presidenta, la España cañí, la España de toda la vida. El foco se centraliza en ella y el resto de madrileños aparecen como una masa oscurecida por el resplandor de su presidenta
La presidenta Ayuso es la cara más visible de Madrid. Cualquiera pudiera pensar, erróneamente, que los madrileños son todos así, chulapones, descarados, nuevos ricos y altaneros. Esa es la cara que proyecta su presidenta, la España cañí, la España de toda la vida. El foco se centraliza en ella y el resto de madrileños aparecen como una masa oscurecida por el resplandor de su presidenta.
A la sombra de Ayuso se percibe muy borrosamente la otra cara de Madrid. La cara que apenas se ve, que no aparece, que queda oscurecida, porque el foco se centra en Ayuso y su mundo. Es ese Madrid casi invisible el que hace avanzar a Madrid comunidad y a la capital de España. Son millones de ciudadanos que aparentemente no existen, pero que están ahí. Si no existiera esa parte de Madrid, innovadora, viva, dinámica, sería imposible que Madrid estuviera avanzando a la velocidad que lo está haciendo. Una sociedad como la madrileña que ha sido capaz de superar ampliamente a la catalana que, durante unos años era la vanguardia de la modernidad, merece que alguien le ponga el foco, le dé luz y resplandezca con la fuerza que merece.
Madrid va más lejos, pero sin embargo la imagen de modernidad, de innovador, de globalización, etc., se resiste porque la imagen de Ayuso lo acapara y distorsiona todo
Porque Cataluña, desde que los independentistas retrasaron el progreso catalán y los populistas se hicieron con el gobierno autonómico, avanza menos que Madrid, pero parece que es más. Cataluña, parece, pero Madrid, es. Las estadísticas de los últimos años así lo ponen de manifiesto. Madrid va más lejos, pero sin embargo la imagen de modernidad, de innovador, de globalización, etc., se resiste porque la imagen de Ayuso lo acapara y distorsiona todo.
Madrid necesita focalizar e iluminar esa parte importante de la sociedad madrileña que está ahí, invisible, esperando que alguien la descubra, esperando que alguien le dé luz, esperando que alguien la haga emerger, salir a flote para poner de manifiesto su importante proceso de desarrollo, de progreso y de modernidad. La mejor manera de que Cataluña entienda que el camino iniciado en 2011 no les conduce más que al desprestigio y a la pérdida de la bandera de la modernidad y del progreso es comparándose con Madrid.
Los catalanes han vivido confundidos, confiando en la capacidad política del liderazgo independentista que no ha sabido aprovechar las oportunidades y los recursos obtenidos que se usan para impulsar la identidad, la esencia, olvidándose de la existencia cotidiana de los ciudadanos catalanes.
La Cataluña de los años 60, 70 y primeros de los 80 fue para muchos cientos de miles de españoles, guía en libertades, democracia, cultura modernidad, europeísmo… incluso en el fútbol con el Barça…Las razones por las que esa vanguardia que representó Cataluña para muchos antifranquistas se haya diluido, son discutibles y pueden discutirse, pero lo cierto es que ha ocurrido. Y muchos, más de lo que Cataluña cree, lo lamentamos profundamente.