Las dos caras del gobierno

Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 23/12/11

«P or sus frutos los conoceréis»: tal recomendación, útil para desenmascarar a los falsos profetas a los que se refiere San Mateo (7, 15-20), lo es también para juzgar toda obra humana. Por eso, al conocer un nuevo Gobierno, prever sus logros a partir del análisis de su composición tiene mucho, desde luego, de adivinación.

Admitida tal limitación, el nuevo Ejecutivo del PP tiene dos caras. Y no hablo de las de Rajoy y Sáenz de Santamaría, que son, políticamente, sin duda, los dos principales rostros del Gobierno. Hablo, como en los discos de vinilo, de su cara A y su cara B.

Su cara A indica que, en conjunto, el Gobierno nombrado ayer es mucho mejor que el que viene a suceder. Es verdad que para alcanzar ese objetivo no hacía falta un gran esfuerzo, pues, según la inmensa mayoría del país, el último Ejecutivo de Zapatero ha sido el peor que, desde 1977, hemos tenido. En cualquiera de las tres variables útiles para juzgar a los ministros (preparación, peso político y capacidad para actuar con autonomía al frente de sus responsabilidades) los nombrados por Rajoy están, en general, a una distancia muy notable, a veces sideral, de sus predecesores. Baste mencionar el caso de los entrantes en Justicia o Asuntos Exteriores y compararlos con los salientes para percibir las diferencias, en las que no me explayaré para evitar al lector un ejercicio de innecesaria crueldad.

Pero, junto a esta cara A, que evitará probablemente que el Gobierno sea abducido por su presidente como lo fue por Zapatero el del PSOE (con las consecuencias desastrosas que el 20-N pudieron constatarse), existe en el Gobierno de Rajoy una evidente cara B, que podría resumirse diciendo que en economía hemos pasado de los hermanos Marx a Lehman Brothers (Hermanos Lehman).

El cúmulo de meteduras de pata, ocurrencias y contradicciones del equipo económico del Gobierno en los últimos años era comparable, en efecto, a ese desorden que reina en las películas de Groucho, Chico y Harpo Marx. Pero no es seguro que, en contraste, un hombre que viene de la economía especulativa que ha metido al mundo en la crisis financiera sea la persona más indicada para sacarnos con justicia del marasmo.

Y es que, sin llegar a los extremos de la ministra italiana que no pudo contener las lágrimas al anunciar el durísimo ajuste que esperaba a su país (al que podría acabar por parecerse el español si se confirmasen los datos de déficit de Funcas), es cierto que solo un ministro con sensibilidad social podría evitar que el ajuste acabe convirtiéndose en un trágala para los de siempre, del que venga a librarse con el PP quienes se libraron ya con el PSOE. Y no parece que para eso el mejor hombre sea precisamente Luis de Guindos. Aunque, en fin, por sus frutos los conoceremos.

Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 23/12/11