Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Estoy muy entretenido con las amigas de Ábalos, cuyo número no deja de crecer, igual que su prestigio de semental. Yo no diría nada de este asunto si a las señoritas las hubiera pagado él. Pero, puesto que las he pagado yo, déjenme que algún provecho le saque al Casanova por contraprestación

Protestar ahora mismo porque el Gobierno incumple la Constitución al no presentar los Presupuestos al Congreso resulta cansino. Se parece demasiado a las columnas que tengo dedicadas a Sánchez desde hace años. Y eso representa un problema para el que firma, uno de los que el lector no será consciente, ni tiene por qué serlo. Se trata del hartazgo. El hartazgo de Sánchez, que se transfiere sin merma a cuanto le atañe. En un sistema de canciller, aunque la Constitución no utilice ese nombre, a él le atañe casi todo. Si encima el presidente del Gobierno se conduce como un autócrata (o sea, es un autócrata, véase Aristóteles), entonces quitamos el «casi»: le atañe todo.

Por eso tantos lectores en sus comentarios, tantos usuarios de X, tantos espontáneos de la indignación, pueden llegar a cansarnos, aunque tengan más razón que un santo. Vaya, que nos cansen, porque a estas alturas habría que vivir aislado, en un faro, o informarse por Silvia Intxahurraco, para ignorar las ristras del sanchismo. La ristra del felipismo te la soltaba de memoria cualquier comentarista y llenaba dos minutos de radio. Enumeraba escándalos, chorizadas imaginativas como aquella de la socialista con nevera para los visones, malversaciones, apropiaciones indebidas, todo tipo de delitos económicos, salpicando a las más diversas instituciones. El sanchismo pone dos ristras a disposición de los columunistas. Como en el felipismo, una viene venal, quinqui, de mano larga.

La otra ristra nos recuerda violaciones sin cuento de la Constitución, y me interesa más. Lo que no significa que la primera no me importe. En realidad estoy muy entretenido con las amigas de Ábalos, cuyo número no deja de crecer, igual que su prestigio de semental. Yo no diría nada de este asunto si a las señoritas las hubiera pagado él. Pero, puesto que las he pagado yo, déjenme que algún provecho le saque al Casanova por contraprestación. Déjenme que le saque punta. Sin segundas.

En fin, de los familiares y amigos imputados de Sánchez se ocupará la Justicia. Celebro el periodismo de investigación, y aquí contamos con el rey del género, el joven Entrambasaguas. Solo que, una vez disipada la consternación por la última chati de Torrente, por el penúltimo chollo del hermanísimo, por el antepenúltimo chanchullo de Begoña, no hallo uso ni placer en la repetición de la ristra hasta la náusea. En cuanto a la otra ristra, también se hace difícil simular enojo o sorpresa por el hecho de que el Gobierno del autócrata insista en violar la Carta Magna. Trato de que mis escritos lleguen a conclusiones, y la principal ya la consigné hace años. Unas cuantas veces. Luego, por si es que estuviéramos todos dormidos, la vuelvo a traer a colación con frecuencia bianual. Y les aseguro que no acabo de entender por qué, constatada por cien veces una gobernanza dictatorial, ajena al Estado democrático de derecho, le damos más oportunidades a Sánchez. Sorprenderse cada día por el golpe de Estado cotidiano solo lo prolonga.