Ignacio Marco-Gardoqui-EL CORREO
La vicepresidenta primera del Gobierno, que antes fue Nadia ‘Esperanza’ Calviño y que cada día se parece más a Nadia ‘Pinocho’ Calviño, tras un sorprendente y rapidísimo proceso de abducción por parte de su jefe, nos coló ayer dos trolas de tamaño gigante. Primero nos vino a decir que hace la compra en su casa, cosa que con sus horarios y ocupaciones resulta materialmente imposible. Yo las hago de vez en cuando y estoy seguro de que voy al súper –y a las tiendas de proximidad–, mucho más que ella. Hablo de cantidades no de calidades, pues a mí se me acusa de hacer muy bien las compras superfluas y muy mal las necesarias y ella seguro que las hace todas bien. La segunda trola es que, al hacerlas, nota que los precios bajan gracias a las decisiones fiscales adoptadas por el Gobierno. Sin embargo, todos aquellos que han calculado el impacto de la reducción del IVA de algunos productos hablan de que solo impactarán en unos pocos euros al mes en el gasto medio de una familia media. Pero ella, además de criterio de compra, debe tener una agudeza visual propia de un guía sioux, si es capaz de distinguirlo.
Una agudeza visual que podría haber empleado a la hora de seleccionar el día idóneo para hacer semejantes declaraciones. La OCDE, por su parte, aprovechó la jornada de ayer para informarnos de que España es el país, de entre sus 21 miembros, donde más ha bajado la renta disponible de las familias. En efecto, entre el cuarto trimestre de 2019 –último antes de la propagación de la pandemia–, hubo cinco países cuya renta familiar descendió, pero en ninguno de ellos lo hizo tanto como en España. Ahora, recuerde por donde pulula la inflación subyacente y si no se acuerda, le propongo que visitemos las tiendas, en especial aquellas donde compra la vicepresidenta y podremos cuantificar así con precisión el tamaño real de su trola.
Al final, tras la pandemia y la guerra, lo único cierto es que nos hemos empobrecido todos. Y como eso es indiscutible, deberíamos centrarnos en la manera más justa y eficiente de repartir ese empobrecimiento. ¿Son homogéneas las subidas de las pensiones, con la de los funcionarios públicos, los trabajadores de las empresas privadas, los resultados de explotación de esas empresas, con las pérdidas ya consolidadas de los ahorradores, de todos aquellos que confiaron en la deuda pública del Estado, por ejemplo? La negociación sería muy dura porque las informaciones están sesgadas y los intereses son tan grandes como enfrentados. Pero la sola discusión sería ya interesante.
Desde luego, mucho más interesante que negar la realidad y contar trolas para mantenernos entretenidos.