Federico Quevedo, EL CONFIDENCIAL, 25/8/12
El próximo 21 de octubre habrá de nuevo elecciones autonómicas en el País Vasco. El hecho en sí no tendría mayor relevancia que el mero ejercicio democrático de elección de representantes y, como consecuencia de ello, del próximo Gobierno Vasco, si no fuera porque por primera vez en toda la democracia reciente estas elecciones se producen en un escenario deausencia definitiva de violencia en Euskadi. No había ocurrido nunca. Ha habido treguas, eso sí, pero es la primera vez que la renuncia a la violencia es definitiva y que las elecciones vascas se celebran con una ETA derrotada desde el punto de vista de la acción armada, y que busca la manera de rentabilizar esa derrota en las urnas.
De hecho, es más que probable que estas elecciones marquen un antes y un después en la política vasca y, sin duda, la democracia va a sufrir el impacto de la presencia ‘legal’ de aquellos que hasta hace poco respaldaban a ETA. Para cualquier demócrata, y con mucha más razón para las víctimas del terrorismo, esta situación es profundamente incómoda e, incluso, podría pensarse que injusta. Pero lo cierto es que, una vez traspasada la línea de los sentimientos, la razón dice que en estas condiciones es muy difícil negar la participación en el ejercicio democrático de aquellos que defienden preceptos que los demás no compartimos, siempre que lo hagan respetando escrupulosamente las reglas del juego del Estado de Derecho.
Es más, si nos atenemos a los resultados de las encuestas que se han publicado hasta ahora, debemos reconocer que el respaldo con el que cuenta en el País Vasco la izquierda independentista es muy grande, y que no sería democrático pretender silenciarlo eternamente. ¿Qué puede pasar? Hay un sector de la derecha vasca que está convencida de que todo esto va a terminar en una alianza del nacionalismo con el único objetivo de reclamar por la vía política la independencia del País Vasco.
Es posible. Sin embargo, parece más creíble la tesis de que al nacionalismo moderado no le conviene nada una alianza con el nacionalismo radical, porque eso significaría su fin, y que si el PNV gana estas elecciones, como dicen las encuestas que va a ocurrir, buscará el respaldo de los ‘no nacionalistas’ para la investidura y después intentará gobernar buscando alianzas puntuales, pero sin llegar nunca a traspasar la línea roja de la independencia.
Pero es evidente que vamos a ver un Parlamento Vasco con dos formaciones nacionalistas mayoritarias, y otras dos no nacionalistas con un menor respaldo -y en eso merece un capítulo aparte la equivocada gestión de Patxi López, que ha terminado en cuatro años con el sueño de un gobierno vasco no nacionalista-, y que esa es la verdadera fotografía de cómo se dibuja la realidad político-social vasca, nos guste o no nos guste.
Desde algunos sectores se incita al Gobierno para que ilegalice a Bildu, y evitar así su presencia en estas elecciones. Pero una vez que el Tribunal Constitucional ha decretado su legalización, sería como hacernos trampas en el solitario actuar en su contra por la única razón de que no nos gustan… A partir de ahora ellos tendrán que aprender a respetar las reglas del juego, pero también nosotros tendremos que aprender a defender nuestras ideas sin recurrir a la Justicia.
Va a ser difícil para unos y para otros, pero si de verdad nos creemos que en democracia todas las opciones son defendibles siempre que su defensa se realice dentro del marco de la ley, entonces no puede haber razones para rechazar su presencia y aceptar el resultado de las urnas. Salvo, claro, que ETA volviera a matar. Pero, si me permiten decirlo, hoy eso es menos probable que una victoria por mayoría absoluta de UPyD en el País Vasco.
Federico Quevedo, EL CONFIDENCIAL, 25/8/12