MIKEL BUESA – LIBERTAD DIGITAL – 26/05/15
· Las elecciones municipales y autonómicas que se acaban de celebrar han puesto sobre la arena un nuevo reparto del poder político en los ámbitos para los que se habían convocado, esto es, los Ayuntamientos, las Asambleas de trece comunidades autónomas y las Juntas Generales de los tres territorios forales. Pero también preludian un importante cambio en la representación de los diferentes partidos, cuando tengan lugar las elecciones generales, en el Congreso de los Diputados.
Dado que en el Parlamento nacional reside el núcleo básico de ese poder, pues de él emana la constitución del Gobierno, me parece que merece la pena analizar qué es lo que podría ocurrir si los resultados autonómicos del pasado domingo fueran la base de la designación de los futuros diputados. Para ello, en lo que sigue me referiré a una simulación que he realizado de los resultados generales a partir de los autonómicos, circunscrita, como es lógico, a las trece regiones y las dos ciudades autónomas que acaban de realizar sus comicios.
Lo primero que hay que señalar es que dentro del ámbito geográfico de las recientes elecciones autonómicas se elige a un total de 202 diputados, lo que supone casi el 58 por ciento de nuestra cámara legislativa. De los escaños correspondientes, una cuarta parte cambiarían de dueño en mi simulación. En concreto, son 51, y de ellos la gran mayoría los perdería el PP (41). La desaparición de UPyD del panorama político implicaría a otros cinco escaños, tres más vendrían de la mano de Izquierda Unida y los dos que quedan corresponderían al Foro Asturias y a la Chunta Aragonesista. Por consiguiente, la mayor pérdida de poder correspondería a la derecha (82,3%), seguida de la del centro (9,8%), la izquierda (5,9%) y el nacionalismo (2,0%).
Como estamos en un juego de suma cero, los escaños que se pierden por unos partidos los ganan otros. De acuerdo con la simulación, los ganadores serían, por este orden, Podemos (con 26 escaños), Ciudadanos (11), Compromís (6), PSOE (2), Coalición Canaria (2), Partido Regionalista de Cantabria (2), Més (1) y Nueva Canarias (1). En consecuencia, la derecha no ganaría nada, el centro lograría un 21,6% del trasiego de puestos, la izquierda un 66,6% y los nacionalistas un 11,8%.
Dicho de otra manera, el saldo neto del poder político de la derecha, representada principalmente por el PP, experimentaría un descenso en favor sobre todo de la izquierda y, en menor medida, del centro y los nacionalistas. Conviene añadir que, en la izquierda, son los partidos más radicales los que saldrían ganando, con lo que el sistema político se desequilibraría hacia las opciones partidarias más favorables a su disolución, pues a nadie se le oculta que tanto Podemos como los nacionalistas son partidarios de dar por finiquitada la Constitución de 1978, unos para arbitrar su revolución y otros su independencia.
Me parece que este es el sentido principal, en términos políticos, de los resultados electorales del domingo. Por ello, cuando el PP trata de ocultarlo bajo el argumento de que sigue siendo el partido más votado y el PSOE los enfatiza engañosamente al aparentar una ganancia que es pírrica incurren en una grave irresponsabilidad. Si ambos se reclaman artífices de nuestro sistema constitucional -y de hecho lo son-, tendrían que pensar en cómo salir de este atolladero, pues la redistribución del poder político que se avecina, sin ser revolucionaria, sí va a resultar desestabilizadora. Más nos valdría, por ello, a los españoles que ambos partidos se pusieran conjuntamente a la tarea de revisar los aspectos de la Constitución que hoy resultan problemáticos, como son el territorial y el electoral, proponiendo las reformas necesarias y llegando a acuerdos con visión de futuro.
MIKEL BUESA – LIBERTAD DIGITAL – 26/05/15