Santiago González-El Mundo
Albert Rivera atacaba el miércoles las posiciones del PP a la encuesta calada. La espectacular subida de votos situaba a Cs como la segunda fuerza política, a 1,6 puntos del PP y por encima del PSOE
Narciso Michavila ha traducido el último sondeo del CIS en términos de escaños y el resultado es que la inestabilidad sería hoy mayor que en los buenos viejos tiempos del bipartidismo. Ningún pacto se acercaría a la mayoría absoluta salvo la gran coalición, PP y PSOE. El PP y Ciudadanos sumarían 164 escaños, cinco menos de los que suman ahora. PSOE+Podemos llegarían a 159, lo mismo que el PSOE y Ciudadanos. Más o menos como ahora, dirán ustedes. Con una diferencia notable: los partidos nacionales dependerían en mayor medida que ahora de los escaños nacionalistas para llegar a los 176 y ni siquiera les bastarían los seis diputados del PNV.
He aquí una razón en favor del viejo y denostado bipartidismo. Las encuestas le han hecho venirse muy arriba a Albert Rivera y cometer algún error estratégico importante. La ruptura del pacto con Rajoy se apoya en un pretexto banal en comparación con el gran asunto del miércoles por la tarde, que era el revolcón unánime del Tribunal Constitucional a la investidura telemática de Puigdemont. Dos detalles más: la prohibición de que los órganos colegiados se reúnan a distancia, pongamos que hablo de Berlín, y la advertencia a ese otro gran intelectual de la política secesionista, Roger Torrent. Esto se produce en los minutos de descuento del partido para el golpista en jefe.
Rivera tapó la derrota golpista con una denuncia al Gobierno por no recurrir la delegación de voto de Puchi y Comín, esas dos lumbreras. La verdad es que la Abogacía del Estado había advertido del riesgo de que el TC se lo rechazara por no estar legitimado como sí lo estaban los parlamentarios catalanes. Y luego está lo del 155, gran asunto: Rivera encarecía a Margallo en septiembre de 2014 que «no mataran las moscas a cañonazos». El 6 de julio de 2017, se mostraba convencido de que no se iba a aplicar el citado artículo, proponiendo en su lugar firmeza para aplicar después la Constitución. El 3 de septiembre último en EM: «Sánchez y Rivera aconsejan a Rajoy que no aplique el 155». El 25/9 en El Independiente: «Sólo de forma parcial y para convocar elecciones de manera inmediata». Y ya a partir del 2/10 fue el no parar. El 18 de enero pasado, a Europa Press: «Rajoy rechazó aplicar el 155 en Cataluña antes del 1-O y por eso su gestión fue desastrosa». A Ana Rosa le confesó lo que le costó convencer a Rajoy de la necesidad de aplicarlo. Pero claro, Rajoy se hacía el distraído y el miércoles pasado Rivera y la encuesta del CIS habían patrimonializado tanto el dichoso artículo que tuvo que romper con el PP por la tibieza de Rajoy al aplicarlo. Los dos socios no hablan de Cataluña desde hace tres meses, no digo más, y en esto la culpa se reparte entre los dos, algo más para el Gobierno.
Lástima que Albert Rivera use los sondeos contra la prudente advertencia que le hacía Talleyrand a Napoleón sobre las bayonetas: «Señor, las bayonetas sirven para casi todo, menos para sentarse sobre ellas». Afortunadamente para Albert, las encuestas del CIS tienen la punta más roma.