José Alejandro Vara-Vozpópuli

  • Sánchez se burló de la oposición, escupió sobre el Senado y recibió algún sopapo en la comisión Koldo

Llegó sonriente y bamboleante, ese estilo de chulo de billares que tanto le agrada y que le caracteriza. Se sentó con parsimonia, depositó en la mesa una carpeta desbordada de folios (de los de verdad), el móvil y, oh, atención, también unas gafas. ¿Pero usa gafas el presidente? Nunca se había mostrado en público con lentes. Quizás por coquetería o porque no las necesitaba. Aunque el desarrollo de esta mañana de la comisión Koldo demostró que, en efecto, le han hecho mucha falta. Porque el presidente del Gobierno no ha visto nada de cuanto ocurría en su partido y en su gobierno estos siete años. No se ha enterado de nada, no ha olido una. A ciegas.

Se puso las gafas (al parecer marcha chic) y acto seguido, escupió sobre el Parlamento. «Esta es la comisión de la difamación, esto es un circo». De eso se trataba, de destrozar la investigación de la Cámara Alta sobre la corrupción del PSOE mediante el viejo recurso de arrojar un titular podrido a los perros de presa. «Un circo». Ya está. ¿A qué seguir con este empeño del Senado si el presidente del Gobierno se expresa en esos términos sobre uno de los cimientos del Estado de Derecho? Incluso el senador de Junts, Eduard Pujol, hasta anteayer báculo fiel del Gobierno, y miembro activo de Frankenstein, le reprochó esas burlas, esa falta de respeto hacia la Cámara.

La campaña de las saunas

El desarrollo de la liturgia apenas ofreció novedades. Sánchez se prodigó en las respuestas propias de un culpable. «No me consta, no recuerdo, no que yo sepa, eso no es cierto, a mí que me registren». Incluso imitó a su hermano al afirmar que desconoce en qué planta de Ferraz está el despacho de la gerente del partido. Lo de David, esa prodigiosa batuta europea, era más grave puesto que lo que no sabía era el lugar donde se situaba su propio despacho. No se acordaba de cuánta gente iba en su famoso Peugeot («fueron miles, depende del día»), apenas conocía a Aldama, Koldo, el fiel guardián de sus avales, fue ‘anecdótico’, de la fontanera Leire si la he visto no me acuerdo, ¿de verdad estuvo Delcy en España?, ah qué sorpresa, Zapatero es un gran héroe de las libertades, y Ábalos fue un enorme ministro de Transportes que apuntaló la red ferroviaria y potenció la movilidad resiliente de este país. De las Jesicas y demás pelanduscas, ni palabra. Feminista y socialista, faltaría más. A punto estuvo de incurrir en una verdad cuando casi se le escapa que su campaña de las primarias del pucherazo se financió con el dinero de las saunas de su suegro q.e.p.d. Pero tampoco.  No tuvo constancia. Estaba tan en babia que ni siquiera llegó a conocer quién le pagó su lanzamiento para recuperar la secretaría general del partido, de la que le expulsó su propia gente por tramposo.

Begoña y Air Europa

Todo esto, mientras se carcajeaba de Alejo Miranda, el esforzado senador que alineó Feijóo para acotar al virtuosismo escapista. No lo logró. Este formato de la comisión es absurdo. Por más que apretara Miranda, lo que hizo con enorme esfuerzo y tesón a sabiendas de que se trataba de un empeño inútil, el presidente recurría a su viejo truco de irse por las ramas o refugiarse en el novio de Ayuso. Y cuando peor se ponía la cosa, halabla del ordenador de Génova, a de la Gürtel, o de Rato y hasta a Pablo Casado. Momento delicado de la mañana fue el referido a Begoña y su intervención en el rescate de Air Europa, en el que no tuvo más salida que recurrir a la lectura fatigosa de unos legajos de la UE sobre ayudas a empresas durante la pandemia, que en nada blanqueaban ni la cantidad extrañamente hinchada de la aportación y la celeridad en la aprobación de la ayuda de esa compañía que, casualmente, proveía de fondos a uno de los sospechosos chiringuitos en los que pululaba el desarrollo profesional de la esposa cinco veces imputada.

Los sobres con dinero

Tan sólo rozó por un instante la verdad -¿va usted a decir alguna verdad?, le reprochaba Miranda?- al reconocer que recibió  sobres con dinero en efectivo para «liquidar gastos en alguna ocasión». No hubo más respuesta cierta en todo su discurso plagado de desplantes, chascarrillos, amenazas y «no me consta, no me consta, no me consta». Eso sí, al terminar el numerito, Tellado el del PP emitió un tuit en el que apuntaba que incluso las gafas eran falsas. «Empezó usándolas para leer pero luego ya ni las tocó». Quizás un homenaje a Las gafas del diablo de Fernández Flórez. El senador Miranda no necesitaba preguntar quién es el diablo de esta espantable función.