Juan Van-Halen-El Debate
  • Está demostrado que en el trágico zarpazo de la DANA quien no actuó y no cumplió la ley de Seguridad Nacional, debida a su Gobierno, competencia exclusiva del presidente, ni la Estrategia Nacional de Protección Civil, que le obligaban, fue Sánchez. Su frase: «Si necesitan recursos que los pidan» pasará a la historia negra de su presidencia

El espacio de la derecha, y del centro derecha si se prefiere, porque hay que pinchar el globo del sanchismo que habla de ultraderecha cuando le conviene y sobre los que le convienen. Ese espacio político convendremos que se caracteriza por sus guerritas internas. Sánchez utiliza el término ultraderecha siempre que no se aplique a sus socios de Junts y del PNV, uno más de derechas que la vieja opción pujolista, y otro históricamente, además, xenófobo. Esas guerritas son estrategias que aportan a Sánchez respiración asistida que, en su debilidad y notorio declive, se convierte en salvavidas. La derecha, ajena a la letal coalición Frankenstein que, en su monstruosidad, es buen reflejo de la experiencia novelada por Mary Shelley, anda siempre tirándose los trastos a la cabeza como si no hubiese un mañana, sobre todo un mañana gobernando.

Esa enorme ceguera política de la derecha sorprende a muchos ciudadanos que, si no son fanáticos y viven mirando a su alrededor, conocen los caminos para llegar a gobernar y no menos los que no llevan a ninguna parte si no estamos dispuestos a esperar decenios oscuros en los que España se desmadejaría y resucitarían un par de reinos de taifas, o algunos más. Oponerse con éxito a esa perspectiva nada improbable no supone desentrañar una realidad compleja. Es la que es y el camino para alcanzarla no requiere una dotación singular de neuronas ni un conocimiento especial. Basta con vivir la España de Sánchez, suponer de lo que es capaz, y no sorprenderse con sus mentiras, manejos y trampas para elefantes. No caer en ellas debería ser la decisión de una derecha con ganas, responsable y dispuesta a mandar al sanchismo a la oposición por muchos años. Para ello se precisan responsabilidad, cercanía en la acción, inteligencia política y generosidad compartida. No existen desafortunadamente hoy.

De esta situación escribí hace algún tiempo, coincidiendo con un notable artículo de Ignacio Camuñas en El Debate. Y no se trata de empujar a nadie fuera del ring sino de llegar a acuerdos previos a unas generales que garanticen no perder escaños en circunscripciones que, de antemano, es seguro que se perderían. La experiencia enseña. Acuerdos que serían públicos o discretos. Lo cierto es que una campaña de descalificaciones en la derecha como la de 2023 sería otro grave error. Hay que esperar que se piense más y mejor ante las próximas elecciones generales y que la campaña se aleje de un radicalismo que favorece a Sánchez al esgrimir el fantasma ultra y así movilizar un voto que en 2023 daba por perdido.

Uno de los mayores errores de aquella campaña de 2023 lo protagonizó Mazón, hoy personaje de moda. No deberían haber pactado PP-Vox en las autonómicas antes de las generales. Mazón no atendió sugerencias y se precipitó en su acuerdo regional, y detrás fueron los demás. El PSOE respondió con su manipulada alarma del peligro ultra, entelequia para movilizar a despistados y desinformados que entre sus votantes son legión. Los socialistas, más cucos y más obedientes, negaron su pacto con Bildu en Navarra que luego se produjo, pero después de las elecciones generales. Mazón, ahora menos culpable que Sánchez, y en su ámbito, entonces tuvo prisa. Cerró su acuerdo y el que venga detrás que arree.

Está demostrado que en el trágico zarpazo de la DANA quien no actuó y no cumplió la ley de Seguridad Nacional, debida a su Gobierno, competencia exclusiva del presidente, ni la Estrategia Nacional de Protección Civil, que le obligaban, fue Sánchez. Su frase: «Si necesitan recursos que los pidan» pasará a la historia negra de su presidencia. Los otros responsables principales son Ribera, Robles y Marlaska, y los dirigentes de Aemet y CHJ dependientes de Ribera, ausente en Bruselas, que no había tomado medida alguna en años para sanear los barrancos ni el cauce del río. Lacras del ecologismo y del socorrido cambio climático que, según notables geólogos e ingenieros, ha existido siempre. Ribera no debe ser comisaria europea. Los socialistas vetaron en su día a Robles Piquer y a Arias Cañete como comisarios y el PP los sustituyó. Pero la soberbia de Sánchez es ilimitada. Zapatero derogó el Plan Hidrológico Nacional de Aznar, que incluía la presa de Cheste, y se hubiesen evitado muchas consecuencias de la tragedia. A Feijóo le piden los socialistas la cabeza de Mazón en un país en el que no dimite nadie tenga la responsabilidad que tenga. En cualquier democracia por muchísimo menos de lo que lleva hecho Sánchez su presidente hubiese dimitido.

Quién ha estado en su sitio es el Rey, dos veces ya en lugares afectados. Y volverá. Se ha sabido que Sánchez se enojó con el Rey por acudir a Paiporta y no haberle acompañado en su fuga, y por enviar a la Guardia Real a limpiar municipios asolados. Se dice que el Rey le anunció que haría la prevista inmediata visita a Chiva. A él le corresponde el mando supremo de las Fuerzas Armadas. El viaje a Chiva se suspendió tras la huida de Sánchez, pero Felipe VI volvió a los pocos días. A quien no se ha visto en Valencia es a Begoña Gómez, que prefiere la India o Brasil. Seguí su patética comparecencia en la Asamblea de Madrid. Denunció su «persecución política» y anunció que todo se sabría. No contestó las preguntas. ¿Por qué no aprovechó para explicarlo todo? A Sánchez, con su mujer, su hermano y sus más cercanos colaboradores imputados, y más por imputar, se le ha puesto cara de vinagre.