EL MUNDO 06/09/14
RUBÉN AMÓN
LA DIMENSIÓN mesiánica que se atribuye Podemos Superstar redunda en la pretensión de comparecer ante la ciudadanía como un partido virgen e inmaculado. Quiere decirse, o quieren decirnos, que nació Podemos sin pecado original y sin pasado, de forma que sus dirigentes impolutos conciben las tareas ajenas de hemeroteca como un acto hostil de profanación.
Empezando por el linchamiento, dicen, al ideólogo Monedero. Y relativizando la paranoia con que el apóstol de Trotsky acusó a la policía de intoxicar con heroína a los jóvenes proetarras de Euskadi.
Juan Carlos Monedero sostiene o sobrentiende, por añadidura, que ETA ejecutó a los dealers con la misión social de purgar la patria y que el Estado español multiplicó el recurso de la heroína troyana en otros muchos escenarios –Madrid, Barcelona, Bilbao– susceptibles de propagar las ideas peligrosas y antigubernamentales.
Me interesa el delirante punto de vista de Monedero en cuanto confirma la condescendencia de su partido al terrorismo etarra y en cuanto aspira a convertirse él mismo en alcalde de Madrid. Y me resulta obligatorio indagar en el pasado reciente de los dirigentes de Podemos porque no pienso emprender el viaje a la tierra prometida sin conocer los antecedentes del mesías ni de su timonel. Con más razón cuando la hoja de ruta amalgama el voluntarismo, las contradicciones, el populismo y la simplificación, abusando de la frustración general e invocando el mito del «gran despertar».
Es el reproche inesperado que les ha opuesto el pensador esloveno Slavoj Zizek, gurú de la cultura hipster y versión masculina de Casandra respecto a la ingenuidad –y temeridad– con que el pujante movimiento ciudadano de Pablo Iglesias pretende abanderar la alianza de los desposeídos.
Podemos me parece una fuerza política interesante porque ha puesto a cavilar a la gigantocracia, pero el hecho de compartir buena parte de sus denuncias, desengaños, indignaciones y afanes catárticos no implica simpatizar con el oportunismo y la demagogia de su proyecto político. O con el concepto mercurial de la democracia asamblearia. O con la indulgencia al comunismo. O con su interpretación totémica de un superestado, entre cuyas atribuciones a tanto figura la abolición de las corridas de toros como destaca el control de los medios informativos privados.