EL MUNDO 21/04/13
Ernai, sucesora de Segi, busca cómo mantener su presencia sin volver a la ‘kale borroka’
Manifestación de militantes de la izquierda ‘abertzale’ ayer ante la cárcel de Martutene, donde se encuentran detenidos los miembros de Segi. / ARABA PRESS
Las juventudes de la izquierda abertzale, en las que ETA ha basado en las últimas décadas la renovación de sus estructuras y la perduración de su mensaje, se han reorganizado con el «cese definitivo» de la banda terrorista. Tras la ilegalización de Jarrai, Haika y Segi, los jóvenes de la izquierda abertzale constituyeron en marzo Ernai, una nueva marca cuyo documento fundacional recoge la tarea principal que tendrá en este nuevo tiempo: «sacudir las calles» para hacer visible que, pese a la inactividad de ETA, «el conflicto sigue vivo».
La cuestión es cómo hacerlo, ahora que a Sortu no le convienen los enfrentamientos de sus bases radicales con la Ertzaintza -como ocurrió en el partido entre Euskadi y Bolivia-, ni respalda abiertamente el incendio de contenedores y las amenazas a quienes discrepan de ellos.
La organización juvenil, que se enmarca «dentro de la izquierda abertzale» pero no depende orgánicamente de Sortu, ha dado ya sus primeros pasos en estos meses, tras darse a conocer en Estella (Navarra) con el respaldo del ex dirigente de la Mesa Nacional de Batasuna Joseba Álvarez y el representante del colectivo de presos y ex recluso Oier González, tras medio año de «debate».
A finales de marzo y principios de abril organizó una acampada en Orduña, localidad vizcaína gobernada por Bildu, a la que acudieron cientos de jóvenes adeptos para formarse en el discurso radical en un ambiente festivo. No en vano, uno de los instrumentos clave de las juventudes es «la formación» de sus coetáneos -especialmente de «todo joven con conciencia de opresión»- para «activarles» en favor de su interés, que es alcanzar un Estado independiente, socialista, feminista y euskaldún.
En esa primera Gazte danbada, Ernai difundió un discurso mucho más duro que lo que Sortu se puede permitir (en función de su asunción formal de la Ley de Partidos) respecto a la muerte por derrame cerebral del etarra Xabier López Peña, Thierry. Su portavoz, Irati Sienra, que apenas supera los 20 años, subió al escenario para acusar a Hollande y Rajoy de tener las manos «manchadas de sangre» y advirtió de que «el pueblo no perdonará».
Como publicó este periódico, el invitado de honor, el veterano miembro de HB Periko Solabarria, dedicó incluso un poema a su «amigo Thierry», afirmó que su «lucha no se puede olvidar» -lo que fue respondido con firmes gritos de «gora ETA militarra!»- y aconsejó a los congregados que «no dejen dormir» a quienes no les permiten «soñar».
El homenaje al gudari, con aurresku de honor, reverencias y flores incluidas, hace pensar como poco que las juventudes abertzales no conforman el sector más proclive a esa autocrítica ética que el socio de Sortu y líder de Aralar, Patxi Zabaleta, asegura que la antigua Batasuna ejerce a diario.
La tarea de ensalzar a sus héroes, como siempre han hecho los cachorros de ETA, con esa filosofía de que los jóvenes son protagonistas de la revolución y están llamados a tomar el testigo, se ha evidenciado también en la elaboración de carteles de sentido homenaje a los etarras fallecidos. Ernai ha repartido unos con la fotografía de López Peña acompañada de las palabras agur eta ohore (adiós y honor), y también de Ángel Figueroa, un preso de ETA que se encontraba desde 2008 en situación de prisión atenuada en su domicilio por enfermedad grave, aunque Ernai dice que ha sido un «asesinado» por la política penitenciaria.
La tarea de «sacudir la calle» se ha visualizado por primera vez de forma nítida en la acampada realizada durante casi 11 días en el Boulevard de San Sebastián -respaldada por Ernai y por el sindicato estudiantil Ikasle Abertzaleak con la permisividad ilimitada del alcalde de Bildu, Juan Karlos Izagirre- para evitar la detención de seis condenados de Segi por pertenencia a banda terrorista. La ocupación fue disuelta el pasado viernes por la Ertzaintza de modo pacífico tras pactarlo un senador de Amaiur con los mandos de la policía vasca. Fue un ensayo que le salió bien a la izquierda abertzale, que busca canalizar a sus jóvenes desde los cócteles molotov y las amenazas a la resistencia no violenta. La llamada resistencia pacífica o «muro popular» es el modelo a implantar a partir de ahora. La táctica pretende incidir en la imagen de que la Ertzaintza es la que agrede a la inocente «juventud vasca».