Teresa Jiménez-Becerril, LA RAZÓN, 30/10/11
Me preguntaba yo en medio de la manifestación, rodeada de víctimas que sostenían fotografías de sus seres queridos asesinados por ETA, si era necesario revivir tanto dolor. Y la respuesta fue afirmativa. Las víctimas debíamos recordar y llorar con la esperanza de que nuestras lágrimas laven las conciencias de quienes tienen la tentación de olvidar. Y ya saben: el olvido puede allanar el camino a la injusticia y a la impunidad. Era necesario saber que Silvia, con seis añitos, estaba bailando y murió en brazos de su madre Toñi. Y que Pilar,con ocho años, se quedó esperando en el patio del colegio a un papá que nunca llegaba porque fue asesinado por ETA. Testimonios capaces de atravesar los corazones más duros, y yo espero que también las voluntades de quienes tendrán en sus manos el futuro de todas estas personas que nunca tienen la certeza de que no le robarán la justicia que merecen. Porque fue la Justicia la gran protagonista de este emotivo acto donde no se respiraba más que emoción, solidaridad, compasión, alegría, esperanza y orgullo de no haber claudicado ante tanta humillación, desdén e incertidumbre. Si hay algo que está claro es la coherencia del discurso común de las víctimas, quienes desde hace años llevan pidiendo lo mismo memoria, dignidad y justicia. Y hoy lo han hecho con urgencia porque temen más que nunca que tras el comunicado de ETA haya quienes crean que deben dar a los terroristas algo a cambio. Por ello, con respeto, sencillez, verdad, honor y con dignidad han repetido que no tienen que sentirse en deuda con quienes ya se lo han llevado todo. Hay muchas razones por las que merece la pena levantarse cada día y lo que yo viví ayer en esa plaza llena de banderas de España y de dignidad, es una de ellas.
Teresa Jiménez-Becerril, LA RAZÓN, 30/10/11