Juan Abreu-Vozpópoli
- Un régimen instalado en la posesión y el control, lo mismo del culo de una subordinada que del Fiscal General
Veo una foto de Cerdán agarrando por la cintura a Adriana Lastra, que renunció a su puesto en el Partido. Lastra dijo que dimitía de la vicesecretaría general del PSOE por razones personales. Nada que ver con el Partido, ni con las manos de Cerdán. Bien. Sin embargo, a manera de pie de foto, quiero decir que en mi larga vida de persona a la que le gustan las mujeres, nunca he conocido ningún caso de hombre que se haya puesto detrás de una mujer y la haya agarrado por la cintura de la manera en que Cerdán agarra a Lastra, sin que existiera una complicidad relajada o erótica que lo permitiera. No sin que la mujer a la que se somete al agarrado y tocamiento, consintiera ese tipo de acceso carnal (de eso se trata) al hombre que la traba por la cintura. A no ser, claro, que el personaje masculino implicado sea un impresentable, un vulgar descarado o alguien que abusa de su poder.
No hay nada inocente en ese tipo de aproximación, a todas luces sexual, entre un hombre y una mujer. Esa foto es un libro abierto. Me ha interesado tanto, que incluso he realizado una pequeña encuesta entre mujeres amigas. Todas me han dicho lo mismo, que no hay nada inocente en la foto, que ese gesto de apoderamiento masculino posee, de no ser consentido o cómplice, una evidente y explícita carga erótica. Bastaba que les mostrara la foto para que llegaran a esa conclusión. Que si alguien se les pegaba así y las agarraba por la cintura de esa manera, sin que ellas lo aprobaran, resultaría algo inaceptable. Que le zumbarían una bofetada o al menos un empujón al impertinente que se permitiera el atrevimiento de pegarse de esa manera a su trasero, y no sólo pegarse sino agarrarla de la cintura como si sus manos, en caso de poder hablar, estuvieran diciendo: ese culo es mío. Que ese gesto del señor Cerdán en la foto, en caso de no ser consentido, sólo podía catalogarse como el gesto de un macho alebrestado que despliega su poder sobre la hembra de forma rústica, intemperada y cinegética.
Un gesto territorial de macho poderoso
Y mientras más pienso en el asunto y escruto la foto, más me asombra que nadie (hasta donde yo sé) lo haya comentado en la prensa española. Esas manos son un acto insultante para cualquier mujer que no lo desee de buen grado, y el rostro de Lastra, en mi competente opinión, no parece el de alguien que disfruta. Yo veo turbación, incomodidad, y una sonrisa forzada. Lo que remite al gesto territorial de un macho poderoso.
Y hay aún otra cosa que me parece digna de mención: la circunstancia en que tiene lugar el tocamiento (consentido o no). Se produce ¡en un acto público!, y los protagonistas del repello (así se llama en la isla pavorosa donde nací a este acercamiento sexual en público, en un autobús, por ejemplo) están junto al Líder del Partido y de miembros destacados del PSOE, que se encuentran de celebración, a juzgar por el rostro eufórico de Sánchez, que contrasta notablemente con el de la señora Lastra. En alguno de mis libros sobre las relaciones sexuales humanas, he escrito sobre la posesión masculina, una tara, en mi opinión. Cometeré la descortesía de citarme:
“Desde tiempos remotos se relaciona el sexo con la posesión. Posesión del macho, se entiende, La poseyó, dicen las novelas. No sólo las novelas cursis. La literatura (buena, regular y mala) está llena de “y entonces la poseyó”, “la volvió a poseer” y cosas por el estilo. Hay toda una literatura que ennoblece la idea de la posesión de la hembra. El macho posee, la hembra es poseída. Pura bazofia. El sexo nada tiene que ver con la posesión. Hay cuerpos que se abren a otros cuerpos, cuerpos que se disfrutan, cuerpos que buscan una vía de escape. Una persona de este o aquel sexo permite a otra, acceso a su cuerpo. El objetivo es el placer, la complicidad, la diversión, la amistad, la santa lujuria. O el amor, con suerte. Pero no la posesión. El cuerpo de otra persona nunca es nuestro. Por una simple razón, es imposible que lo sea. Digan lo que digan los líricos. Porque somos una soledad inexpugnable y esa es una realidad que no podemos cambiar”.
“La cultura de los machos, que durante siglos, qué digo, milenios, ha sometido a la mujer, inventó toda esa basura de la posesión. Hay que ir desasiéndose de tamaña imbecilidad. Una imbecilidad peligrosa, como vemos a menudo en los diarios de todo el mundo: como la poseo es mía, y como es mía puedo matarla”
Las manos de Cerdán en las caderas de Lastra encarnan un régimen instalado en la posesión y el control, lo mismo del culo de una subordinada que del Fiscal General del Estado. Las manos de Cerdán son el sanchismo.