Las manos sucias

PEDRO G. CUARTANGO, EL MUNDO 03/05/14

· Jean-Paul Sartre planteó magistralmente en su drama Las manos sucias, escrito en 1948, el dilema entre la ética y la política o, dicho de otra forma, entre las convicciones y los intereses. En la obra el joven Hugo asesina a instancias del aparato del partido a Hoederer, líder comunista sospechoso de haber pactado con la derecha. Pero el contexto cambia y Hoederer es rehabilitado, mientras que Hugo se convierte en un apestado que debe pagar por un crimen cometido en el pasado.

El texto de Sartre tiene muchas interpretaciones, pero la más obvia es que nadie se puede librar de las consecuencias de sus acciones y menos si se ha manchado las manos de sangre. Eso es lo que le está sucediendo ahora a Gerry Adams, acusado de instigar el secuestro y asesinato en 1972 de Jean McConville, una viuda con diez hijos a la que el IRA ejecutó por considerar que era confidente del ejército británico.

Adams ha sido detenido y podría tener que sentarse en el banquillo por algo que aconteció hace 40 años, aunque él niega su participación. Inocente o culpable de esta muerte, lo cierto es que Adams fue el jefe político de una organización que es responsable de miles de asesinatos y que sembró el terror entre la población civil. No vale la argumentación de que Paisley y los unionistas hicieron lo mismo porque los crímenes de un bando no bastan para redimir los del contrario.

Por mucho que haya sido uno de los artífices de la paz del Viernes Santo de 1998 y que su conducta desde entonces sea irreprochable, el dirigente republicano tiene las manos manchadas por un pasado en el que la sangre corrió por las calles del Ulster.Igual le sucede a Arnaldo Otegi, condenado por el secuestro de un industrial y ex miembro de ETA. Otegi, hoy en la cárcel, fue el líder y cabeza de lista de Batasuna, partido que justificaba el terror, que nunca condenó la violencia y que exaltaba a los asesinos.

Otegi está considerado hoy como el ideólogo y referente moral de la izquierda abertzale. E incluso hay quien cree que será el futuro lehendakari del País Vasco. No en vano se le ha comparado muchas veces con Gerry Adams. Pero como lo que está sucediendo en Irlanda del Norte demuestra, nadie puede escapar a su pasado y, por ello, tarde o temprano, tendrá que acabar pagando la factura de su complicidad con ETA. Es un cadaver político, aunque él no lo sepa y los suyos, tampoco.

Para conseguir un objetivo abstracto, Otegi y otros muchos se mancharon las manos de sangre bien al participar en acciones violentas o bien al ensalzar los crímenes de ETA. Esa ignominia no se borra nunca. Ni siquiera con el perdón de sus víctimas. El problema es que todavía hay quien no quiere ver lo evidente, pero eso no evitará que la larga sombra del pasado alcance a los que siguen huyendo de la expiación de sus pecados.

PEDRO G. CUARTANGO, EL MUNDO 03/05/14