- Lo que pretenden celebrar no es el 50 aniversario de la muerte de Franco, sino el 50 aniversario de la muerte del restaurador de la Monarquía. No se puede separar un hecho que es único: la muerte y la toma de posesión del Sucesor
Cada vez que los Reyes van a Valencia, crece la tensión con Moncloa. No hace falta recordar lo sucedido en la base de mando avanzado de Paiporta. Ahora es interesante analizar cómo se ha desatado la reacción del Gobierno contra los Reyes después del funeral del lunes al que el Gobierno solo decidió acudir en el último minuto ante la evidencia del ridículo de la silla vacía y la intuición de las aclamaciones que iban a recibir los Reyes, como así fue.
Nuestro inefable Albares, más conocido por Napoleonchu ha estado mintiendo en el tema de Notre Dame desde el primer minuto. Como no puede ser de otra forma, el Gobierno sabía de la invitación desde el minuto uno. Es imposible que no lo supiera. ¿Pretenden que nos creamos que al Rey le invitan mandándole un tarjetón con su nombre en un sobre de correo postal? Esas invitaciones se envían por medio de la Embajada de España en París, donde está acreditado, por cierto, Víctor Redondo, íntimo de Napoleonchu que fue a quien le confió la embajada cuando él la dejó para ir a Santa Cruz. La embajada tendría que estar en permanente contacto con la Presidencia para gestionar todo lo que rodea el viaje del Rey: la autorización del vuelo, los permisos de armas para sus guardaespaldas, las cuestiones protocolarias… Una vez recibida, desde la embajada en París se informa necesariamente al Ministerio de Exteriores de la invitación y desde ahí a Zarzuela y si es caso al Ministerio de Cultura. Porque les aseguro que tampoco a Cultura le han mandado un sobre de parte del presidente de la República Francesa.
Existe una remota posibilidad alternativa: que la Presidencia de la República tramitara la invitación por medio de su Embajada en Madrid. Y una posibilidad todavía más remota: que el embajador la remitiera directamente a Zarzuela. Pero aun si así fuera, él está obligado a comunicar al Palacio de Santa Cruz de cualquier comunicación que mantenga con la Casa del Rey, igual que si se hubiese dirigido a Cultura. Así que miente Napoleonchu porque su Ministerio conocía todo desde el minuto uno. Mintió desde el principio porque las invitaciones a los Reyes nunca son personales e intransferibles como se vio con la asistencia del Príncipe de Gales en lugar del Rey Carlos III o la de Jill Biden en lugar del presidente Biden. Les aseguro que, si los Reyes hubieran delegado en la Reina Sofía, los franceses habrían estado encantados. Pero Napoleonchu nos considera idiotas y piensa que no somos capaces de ver esos detalles. Es remotamente posible que, si de verdad se invitó a Urtasun personalmente, sí se le dijera que la invitación no era transferible, más que nada porque no delegara en su director general de profanaciones u otro equivalente.
Y llegamos a la actuación de Napoleonchu el martes y la reacción de Zarzuela. Antes de subirse al avión a Roma con Don Felipe y Doña Letizia, el ministro ya acusó a los Reyes, algo nunca visto. Un verdadero acto de traición. Yo no sé cómo fue la conversación a bordo. Tuvo que ser de enorme tensión y sospecho que una vez más, para templar gaitas, el Rey decidió asumir las responsabilidades que no tiene. La excusa que ofreció el jefe de la Casa, Camilo Villarino, para justificar el error fue francamente inverosímil. Dijo que estaban preparando la visita de Estado a Italia. Quien de verdad tiene que preparar una visita es el que recibe, no el que viaja. Y ¿Dónde estaban el sábado el presidente Sergio Matarella y la presidente del Consejo de Ministros Giorgia Meloni? En Nôtre Dame.
Esto no es más que el comienzo de una nueva etapa en la batalla contra la Monarquía. Una batalla que anunció el propio Sánchez el martes cuando informó de los 100 actos que se van a organizar para conmemorar los 50 años de la muerte de Francisco Franco (en la cama). Lo que pretenden celebrar no es el 50 aniversario de la muerte de Franco, sino el 50 aniversario de la muerte del restaurador de la Monarquía. No se puede separar un hecho que es único: la muerte y la toma de posesión del sucesor. Si resulta que la restauración de la Monarquía fue obra de un asesino y sanguinario dictador, es lógico cuestionar la Monarquía restaurada. Y para eso van a estar dando leña todo el año. Todo vale para no hablar de la gestión del Gobierno. Se admiten apuestas.