Editorial ABC – 30/04/14
· No existe un camino legal que pase por donde sueñan los soberanistas. Proyectos como la UE están creados para prevalecer, no para ajustarse a las fantasías de dirigentes imprudentes.
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy –que es un conocido nacionalista flamenco– volvió ayer a expresar la doctrina de las instituciones comunitarias sobre la hipótesis de una independencia de Cataluña y Escocia: «Espero que no se produzca». La UE no puede decirlo más claramente.
El proyecto independentista que promueven irresponsablemente algunos sectores en Cataluña no solo es inviable legal y políticamente, sino que es incompatible con el espíritu y la filosofía de la Unión. Lo han dicho en todas las lenguas y utilizando todo tipo de fórmulas. En la actitud de los dirigentes soberanistas, que actúan como si no fueran capaces de entenderlo, hay un cierto complejo de superioridad, que presupone que, únicamente por tratarse de Cataluña, el resto de Europa –o incluso el resto del mundo– acabará asumiendo tarde o temprano los principios de ese nacionalismo excluyente. Solo ese particularismo mesiánico elevado a la máxima potencia, que vuelve la espalda a la realidad, puede explicar por qué en Cataluña hay todavía quienes no entienden que el proyecto de separarse de España para permanecer unidos a la UE es literalmente imposible.
No solo porque es ilegal según la Constitución española, aunque a los independentistas esto les importe bien poco, sino porque no es posible tampoco articular una relación con la UE que no esté basada en el más estricto respeto a los tratados. Y los tratados dicen que sería un país tercero, es decir, que estaría automáticamente fuera de la UE y que tendría que pedir el ingreso siguiendo los cauces ordinarios. Por ello, el empecinamiento de Artur Mas, remando a la deriva, en busca de apoyos internacionales a sus pretensiones, es ya una estampa dramática. Nadie en la comunidad internacional ha esbozado ni una tímida sonrisa de simpatía hacia la idea de una Cataluña independiente. Ni un Gobierno, ni una organización internacional relevante ni un organismo solvente. Nadie. Ni pagando viajes a corresponsales extranjeros ni viajando él para no ser recibido.
No existe un camino legal que pase por donde sueñan los soberanistas, porque los grandes proyectos políticos están creados para prevalecer, no para ajustarse a las fantasías hechas a medida por dirigentes imprudentes. El precedente de una eventual autodeterminación de Cataluña no solo causaría un daño dolorosísimo a España, sino que convertiría a media Europa en un campo de minas y reivindicaciones sin fin, en un enjambre de nuevas fronteras, y volvería ingobernables las instituciones comunitarias.
No tiene sentido insistir en la idea y la mentira de que se aspira a formar parte de la UE partiendo de la base de que, primero, hay que separarse de sus vecinos.
Editorial ABC – 30/04/14