Eduardo Uriarte-Editores
En el laboratorio demoscópico de Moncloa, posiblemente dirigido por el doctor Bacterio, no paran. Tras el hallazgo del apoyo, soldado cara al futuro cual juramento, de los sediciosos, es decir, de los que España les importa un comino, la adhesión a la candidatura de Sánchez a la presidencia tras las elecciones es más que un hecho a poco que den las cifras. Aunque el grupo mayoritario sea el del PP.
En este juego no es sólo que los nacionalistas reciban del candidato todo tipo de demandas, sino, además, a él le importa también un comino debilitar al Estado del que sus aliados quieren deshacerse. Pero dicho laboratorio de ideas electorales ha visto que esos apoyos no son suficientes si Podemos, como dan las encuestas, se hunde. De ahí el nacimiento de la estrella Yolanda, la chupi, la guay.
Un experimento de laboratorio, aunque D’Ors sentenciara “que los experimentos con gaseosa” (y los repitiera hasta la saciedad Corcuera), que ha tenido la osadía de enfrentar una iniciativa, maniobra más bien, del taimado Sánchez contra el taimado Iglesias, por la que encumbra a doña Yolanda para arrastrar en post de si el conglomerado Podemos. Es casi lo mismo, pero sin Iglesias de capo, bajo una nueva imagen risueña que le asegure el apoyo de todo el mundillo antisistema del que ha gozado hasta la fecha. Pero tiene sus riesgos.
Por un lado, el que mediaba en el apoyo de los secesionistas a Sánchez es Iglesias, que puede proceder a chantajear al candidato antes y después de las elecciones. O puede ocurrir que la simpática y risueña, amén de elegante, Yolanda acabe superando en votos al PSOE de Sánchez, con lo que se daría toda razón a D’Ors (y a Corcuera). O que Iglesias mosqueado y herido decidiera que Podemos va con su lista propia y la ultraizquierda divide el voto y pierda escaños. Ahora vendría el refrán de un pan como…
O simplemente haya descubierto Iglesias a estas alturas que es preferible para garantizar el futuro de una alternativa antisistema como Podemos enfrentarse a un gobierno de derechas que fenecer conviviendo en uno de izquierdas. Y decida romper. Pues se le está haciendo la boca agua viendo los alborotos populares en nuestra vecina República francesa.
Aunque no se puede negar al presidente una gran capacidad para superar obstáculos y navegar sobre las contradicciones el hecho es que está acumulando demasiadas. Por ejemplo, presidir un Gobierno que está a favor y en contra de Ucrania a la vez, de ayudarla militarmente y no ayudarla, de estar en la OTAN y rechazar la OTAN, de estar por la autodeterminación de cualquiera y no estar, etc, etc. Toda esa habilidad aún a costa de cargarse procedimientos legales -al Congreso no se le informa de las ayudas militares a Ucrania, ni del volantazo en las relaciones con Marruecos, ni del caso Tito Berni-. Es verdad que el riesgo es su sino cual trapecista en cuerda floja, demostrándolo en su vuelta a la secretaria general en loor de multitud socialista frente a una vieja guardia desbordada por la demagogia populista del que hoy quiere repetir como presidente. Pero actualmente las contradicciones y problemas se le acumulan para que una Yolanda sacada de la chistera pueda ofrecerle un éxito milagroso.
Por lo demás la solución Yolanda no deja de ser el resultado final de una estrategia que desde el principio, desde que Sánchez llegó a la Moncloa, ha sido dirigida por publicistas y que ha tenido éxito hasta el descubrimiento de que tras la publicidad no existía nada. Publicistas poco escrupulosos con la legalidad y las formas democráticas, lo suyo es el marketimg y nada menos que desde el poder (lo que les convierte en una palanca al autoritarismo). Publicistas que no pueden dejar de ofrecer a su cliente una marca en apariencia diferente, pues el producto sigue siendo el mismo, para alcanzar el único objetivo que se les exige: volver a ostentar el poder a cualquier precio.