El líder socialista trató de ganarse al lehendakari con su propuesta de la plurinacionalidad de España, que no acaba de concretar. El PNV se ha convertido en la formación más cortejada por populares y socialistas. Los primeros le necesitan para forjar mayorías que ya han permitido aprobar los Presupuestos o el techo de gasto, y los segundos le quieren para abrir el melón de la reforma constitucional.
Pero si hay algo claro, como subrayó Patxi López en el debate mencionado, es que la fórmula de la plurinacionalidad no sirve para solucionar ninguno de los problemas políticos actuales –con el desafío independentista catalán a la cabeza– y, sin embargo, puede acabar siendo fuente de nuevos conflictos porque vuelve a poner sobre el tapete el debate territorial desde una perspectiva que les interesa exclusivamente a los nacionalistas.
La Constitución diferencia entre nacionalidades y regiones que integran España en alusión a las comunidades que a la altura de la Transición ya contaban con alguna experiencia de autogobierno y disfrutaban de fuertes singularidades culturales, como la existencia de una lengua propia junto al castellano. Pero agitar hoy el debate de las naciones imaginadas es un sinsentido. Además, ¿se atreverá Sánchez, por ejemplo, a decir en Navarra que también es una nación? ¿O sabrá que hasta el Estatuto del 36 las provincias vascas nunca formaron una comunidad homogénea? Debate estéril servido.