Ignacio Camacho-ABC

  • El asalto a Jaén es el punto de arranque de una estrategia electoral global diseñada con vistas a las generales

En previsión de que Sánchez la mande a dirigir el PSOE andaluz, misión que al menos hasta hace muy poco no le entusiasmaba nada, María Jesús Montero ha comprado la Alcaldía de Jaén como quien se compra un vestido o una corbata por si al final hay que ir a esa boda tan fastidiosa de una prima lejana. Se la ha comprado con dinero de todos, de la Hacienda pública que maneja con prodigalidad selectiva, condonando una deuda municipal de seiscientos millones por la mismísima cara. Técnicamente se trata de una restructuración, o sea, de una patada a seguir, una palanca como ésas que Laporta utiliza para fichar futbolistas del Barça, pero es lo que es: un favor, un privilegio, una exención negociada para que el partidito bisagra de turno cambiara de alianzas y los socialistas andaluces puedan lucir una capital en la solapa. El comienzo de una operación más amplia –el siguiente objetivo es la Diputación de Cádiz– con la que recuperar poder institucional desde el que intentar el asalto a la hegemonía de ‘Juanma’.

Sánchez ha activado el modo electoral y quiere tener el partido preparado, aunque ni él mismo tenga claro aún para cuándo. Y sabe que sin Andalucía le resultará muy difícil evitar el descalabro. Al igual que en Madrid, cuya conquista es misión imposible a medio plazo, la idea no apunta a ganar sino a reducir diferencias, a mejorar resultados con vistas a sus propias perspectivas de renovar mandato. Y para eso tiene que resolver un problema de liderazgo. Juan Espadas está amortizado pero no existe ninguna alternativa con tirón y el sector crítico no acaba de tragar la propuesta del diputado jienense Juan Francisco Serrano, acompañante de Santos Cerdán en sus viajes a Suiza y muñidor de la moción de censura en su tierra que Montero ha rematado con la secreta esperanza de zafarse ella misma del encargo. Sucede que la ministra es la única candidata con consenso interno y si el presidente lo ordena tendrá que dar el paso. Quien quiera que sea el ‘agraciado’ llegará con el Ayuntamiento recién ocupado a modo de dote bajo el brazo.

Todos estos movimientos, más los de Aragón, Castilla y Valencia, indican que las elecciones están ya en la cabeza del Gobierno. El horizonte de 2027, un ‘supermayo’ con urnas locales, autonómicas y generales, queda lejos y parece probable que la estrategia se oriente a la posibilidad de un adelanto en cualquier momento. No inmediato si se puede evitar, aunque las circunstancias políticas y judiciales entorpecen sobremanera el manejo de los tiempos y quepa contemplar cualquier posibilidad dentro de un lapso medio, al margen incluso de la eventual aprobación de los Presupuestos. El proceso de reorganización socialista –sanchista más bien– está a la vista de quien quiera verlo. Y la oposición tendrá que hacer un esfuerzo similar si quiere lograr el vuelco. No se va a encontrar el poder tirado en el suelo.