Ignacio Camacho-ABC
- El decreto de marras se ha convertido en el contrato al que los Marx iban arrancando páginas. Así se gobierna hoy España
Se llama envainársela. El Gobierno había divulgado que no cambiaría una coma de su decreto ‘omnibus’ –cien artículos sobre materias muy diversas para ahorrarse votaciones separadas– y se mantuvo en esa postura hasta media mañana. De pronto llegó de alguna parte, Bruselas o Ginebra, una fumata blanca y hubo que cambiar el orden del día del Consejo de Ministros para sacar del texto lo que a Puigdemont y su ‘lobby’ no les gustaba, remendar otras disposiciones y preparar la homilía en que el presidente pretendió hacer creer que no había cambiado nada y que, bueno, sí iba a tramitar la demanda de moción de confianza pero de ningún modo piensa convocarla. El célebre contenedor legislativo, la llave de la subida de pensiones, la subvención del transporte y las ayudas a la dana, se había convertido en el documento al que Groucho y Chico Marx –«la parte contratante de la primera parte…»– iban arrancando páginas. Así se gobierna hoy en España. Ahora se trata de armar a toda prisa otro relato. Breve y conciso: el PP es malo. Sánchez ha hecho lo que reclamaba Feijóo, pero a petición del prófugo para que no parezca que la derecha le tuerce el brazo y presumir de que el socio renuente permanece en el pacto. Ha estrenado un nuevo privilegio del cargo: el de elegir por quién prefiere ser humillado. Tanto el oprobio de la claudicación como la enésima rectificación exprés carecen de importancia porque a los partidarios les da igual y el resto de los ciudadanos están demasiado acostumbrados para llamarse a escándalo. Los votos que el Ejecutivo iba a buscar bajo las piedras estaban en realidad sobre los escaños parlamentarios, ofrecidos gratis por los populares sin otra condición que la que ha acabado aceptando, pero la prioridad consistía en sacarlos de Waterloo. El bloque ‘progresista’ está a salvo y de paso, Junts acepta el regalo del palacete parisino al PNV, que entre nacionalistas de pata negra no está bien visto ponerse obstáculos.
Esto es lo que el sanchismo acorralado considera un éxito. Alquilar tiempo, ir tirando semana a semana en el alero de la legislatura a base de chantajes y regateos. Patada hacia adelante, balón arriba y a esperar que Puchi ponga precio al próximo acuerdo, quizá el de presupuestos, aunque haya que volver a renunciar al gravamen fiscal de los sectores energéticos. Lo que sea menester con tal de evitar el más mínimo atisbo de consenso. El muro bien alto, la oposición lejos, el aparato de propaganda dispuesto a avalar cualquier giro del argumento. Y como no está el patio como para tener a los funcionarios en estado de cabreo, las encuestas del fin de semana han obrado el milagro de la aparición –¿también bajo las piedras?– de 300 millones extra para que las aseguradoras sanitarias de Muface renueven el concierto. El día que Pedro caiga no será porque faltaron prebendas o dinero para aplacar el descontento.