Ignacio Camacho-ABC
- Montero va a intentar cargar de electricidad política la hasta ahora tranquila atmósfera institucional de Andalucía
Desde que Susana Díaz perdió hace casi siete años el poder que su partido había ejercido durante cuatro décadas, el PSOE andaluz se quedó sin capacidad de respuesta. La arrolladora victoria de Juanma Moreno en 2022 no sólo se explica por su talante moderado y su buena gestión de la pandemia: una parte de la mayoría absoluta se debió también a la incomparecencia práctica de la izquierda. Ahora Pedro Sánchez se ha dado cuenta de que sin Andalucía carece de opciones para renovar su propio mandato y ha enviado a su vicepresidenta primera a poner la organización en pie de guerra. San Telmo es un objetivo que aún le queda muy lejos según todas las encuestas, pero sí está en condiciones de hostigar a un PP acomodado en una cierta autocomplacencia.
Felipe González ha señalado la anomalía elemental que hay en el hecho de que una componente del Gobierno sea candidata a la vez que titular del ministerio encargado de repartir el dinero. Ese tipo de escrúpulos institucionales ya no cuenta, sin embargo, en una escena pública caracterizada por el desprecio y la falta de respeto a las reglas convencionales de juego. Lo demuestra el debate sobre la (falsa) condonación de la deuda, un mero pretexto para camuflar los privilegios catalanes y a la vez colocar en un aprieto a Moreno. Poco importa que los argumentos para rechazar el regalo envenenado sean los mismos que hace algún tiempo defendía una consejera socialista de Hacienda llamada… María Jesús Montero.
De cualquier modo, el asunto envía al presidente de la Junta la advertencia nítida de que la última etapa de esta legislatura (quedan quince meses) no va a ser tranquila. Montero es una adversaria correosa, combativa, y aterriza dispuesta a sembrarle el campo de minas con ayuda del aparato monclovita y su indiscutible potencia propagandística. De momento ha logrado envolver la fiesta autonómica del 28-F en una atmósfera enrarecida, crispada, cargada de electricidad política. El anuncio de una oposición conflictiva ante la que el ‘juanmismo’ tendrá que ponerse las pilas.
Moreno no parece dispuesto a cambiar un estilo de liderazgo que suscita muy poco rechazo, gracias precisamente a ese tono de sosiego templado, juicioso, cercano, alejado de la estridencia, abierto al diálogo. Ha implantado una suerte de social-liberalismo bien recibido en una comunidad donde el miedo al desamparo sigue motivando el voto de muchos ciudadanos. La región tiene problemas con la sanidad pero ha crecido en casi todos los parámetros, y con ese balance le puede bastar si no entra al trapo de un choque a garrotazos. Le falta, en cambio, una segunda línea de pretorianos más bregados, capaces de protegerle de los golpes bajos con que los rivales intentarán desestabilizarlo. Su capital más valioso es la imagen de gobernante sensato, y en la medida que lo conserve intacto tendrá otro triunfo al alcance de la mano.