Pretende Sánchez desempeñar un rol de ‘mediador’ en Venezuela utilizando a Zapatero e incluso en Oriente Próximo forzando un viaje temerario del Rey a Jordania
Cabría esperar, en plena crisis del Oriente Próximo y de los problemas diplomáticos del Ejecutivo de Pedro Sánchez, que en España se produjera un pacto de Estado entre el presidente del Gobierno y el líder del PP Alberto Núñez Feijóo ante la inquietante situación Internacional de consecuencias imprevisibles ante la ya anunciada respuesta militar de Israel tras sufrir el ataque, fallido, de Iran.
Pero esta utópica entente española es imposible porque Sánchez rompió los puentes del bipartidismo y promocionó una fractura nacional en España para seguir en el poder al pactar su investidura con los delincuentes Puigdemont, Otegui y Junqueras (a los que se unió Ortuzar) aprobando la ley de amnistía que es inconstitucional e ‘inaplicable’, según el Tribunal Supremo.
Y con la anunciada y aún opaca cesión a Cataluña de un ‘concierto fiscal’, desigual e insolidario, para comprar a ERC la investidura de Salvador Illa en Cataluña. Y a lo que se añaden otros pactos con la extrema izquierda y anti española de Sumar, Podemos e IU como la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana pedida por Otegui.
Se podría hablar del regreso de ‘las dos Españas’ por motivos políticos e ideológicos e incluso territoriales, como los que nos llevaron a la fratricida Guerra Civil. Pero esta fractura, que está liquidando la ‘reconciliación’ y la Transición que alumbró la Constitución de 1978, solo tiene una causa de corte autocrático y personal: la enfermiza obsesión de Pedro Sánchez por permanecer en el poder.
Lo que pretende justificar con su proyecto improvisado de una ‘España federal’ -que sería confederal-, al precio que le impongan sus aliados en contra del interés general español y traicionando todos sus compromisos electorales. Y a lo que, en las últimas semanas, se ha añadido el ataque del Gobierno a los jueces y los medios de comunicación que ahora investigan su presunta corrupción familiar.
De manera que no puede haber pacto de Estado entre Sánchez y Feijóo (y se equivocaría el líder del PP si entrara en esa dinámica), muy a pesar de las graves circunstancias internacionales que ahora estamos viviendo.
Más cerca del triángulo del mal
La crisis de Oriente Próximo, ahora pendiente de la respuesta militar que Israel dará al reciente y fallido ataque balístico de Irán, corre el riesgo de acabar en una guerra general en el flanco oriental del Mediterráneo. Lo que ha encendido las alarmas en la OTAN y en la UE, y especialmente en los Estados Unidos que se han posicionado, como el resto de las potencias occidentales (el G-7 de: EE.UU., Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Japón y Canada) de manera decisiva con Israel, aunque a la vez le pidan ‘moderación’ y todo ello en plena recta final de los comicios presidenciales americanos del próximo 5 de noviembre.
Por el contrario, el Gobierno de Sánchez y el PSOE parecen más cerca del triángulo de Irán con sus aliados de Hamas, Hezbolá y milicias hutíes en la franja de Gaza, Líbano y Yemen. Y en línea con las alianzas que Sánchez y el PSOE tienen en España con delincuentes golpistas y separatistas como son Puigdemont, Junqueras, Otegui, más Ortuzar, y la extrema izquierda y anti española de Sumar, Podemos e IU.
Y ya veremos si las críticas de Sánchez a Israel no acaba teniendo en nuestro país consecuencias negativas (ojo a la ‘Ley del Talión’) en los principales fondos de inversión americanos y pro judíos
Aunque en todo esto existen contradicciones como: los pactos secretos de Sánchez con Mohamed VI en contra del pueblo saharaui, el malestar oficial español por el veto de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum al Rey Felipe VI, el apoyo de España a Ucrania en la guerra contra Rusia y las tensiones surgidas entre los gobiernos de Madrid y Caracas, tras el golpe de Estado electoral de Nicolás Maduro. Y ya veremos si todo ello no conduce a dinamitar las ‘Cumbres Iberoamericanas’ que lideran España y Portugal.
Aunque en su conjunto y en todo caso sitúa a la política exterior de España fuera del núcleo duro occidental con posiciones muy radicales y extremas y con problemas de España con los gobiernos de Israel, México, Marruecos, Argelia y Argentina.
Fondos americanos y el programa Pegasus
Una crisis esta de Oriente Próximo que, no debe olvidarse, se inició el 7 de octubre de 2023 con un ataque terrorista de Hamás a Israel, que causó más de 1.200 muertos e incluyó el secuestro de casi 300 ciudadanos israelíes, en la que la diplomacia de Sánchez (aplaudida por Hamás y los hutíes) quedó en evidencia tras posicionarse contra Israel y con el reconocimiento urgente del Estado Palestino sin el consenso mayoritario de la UE.
Lo que justificó Sánchez en la dura respuesta militar de Israel al ataque de Hamás, que causó miles de muertos en Gaza y un millón de desplazados, y lo que avaló la congelación, por Tel Aviv, de las relaciones diplomáticas de España con Israel.
Y ya veremos si las críticas de Sánchez a Israel no acaba teniendo en nuestro país consecuencias negativas (ojo a la ‘Ley del Talión’) en los principales fondos de inversión americanos y pro judíos. Y no digamos si en Tel Aviv se facilitara la revelación de grabaciones que al parecer Marruecos hizo en España (y en Francia) con la herramienta de espionaje israelí Pegasus en los teléfonos de Sánchez y de varios de sus ministros, lo tarde o temprano podría ocurrir.
Y a no perder de vista, en esta caótica y radical diplomacia de Sánchez, la reciente declaración de su ministro Albares en la que afirmó que su prioridad en Europa es ahora promocionar el idioma catalán en la UE para contentar a Puigdemont y a sabiendas de que ello es inviable.
Pero Sánchez (que solo razona en términos de control del poder) continúa empeñado en que Puigdemont y sus otros aliados le aprueben los PGE de 2025 para seguir en La Moncloa hasta las elecciones de 2027. Y considera que su actual política exterior extrema y radical cuenta con el apoyo de sus votantes por más que aísle a España en la escena internacional y aumente la fractura social y política nacional.
Y todavía pretende Sánchez desempeñar un rol de ‘mediador’ en Venezuela utilizando a Zapatero e incluso en Oriente Próximo (donde no tiene nada que hacer) forzando un viaje temerario del Rey Felipe VI a Jordania del que solo se espera la constatación de que España está más cerca de Iran y más lejos de Israel.