Las primarias son modernas

EL MUNDO 11/01/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

Todo soldado francés llevaba para Napoleón un bastón de mariscal en su mochila, es de suponer que retráctil, para que cupiese. De análoga manera, en el pecho de cada dirigente político español hay un corazón socialdemócrata. Esto es seguramente generalizable. Hayek, una bestia negra de mi época progresista, escribió un libro absolutamente recomendable, Camino de servidumbre, que yo me animé a leer tras conocer la gran dedicatoria de la obra:«A los socialistas de todos los partidos».

Las primarias hacen moderno, como los acueductos hacían romano en las historias de Astérix, aunque la aldea tuviera río. No tengo ningún prejuicio en contra, aunque sí una prevención: hace falta tradición y capacidad de encaje. Como decía un cineasta vasco de éxitos contados: «Para hacer cine americano hay que ser americano. O parecerlo, que es aún más difícil».

Están los tiempos. Aquí se tiende a resolver todo en un pispás y los candidatos, como sentenció Nicolás Redondo, «tienen más posibilidades cuanto menos les conozcan». Por otra parte, los partidos en España tienen una estructura sólida si los comparamos con los de EEUU, donde no son más que oficinas electorales; Francia, donde el PSF no existe y la derecha cambia de nombre cada vez que se presenta, y no digamos Italia, que es un magma de fuerzas en descomposición.

El primer partido que las organizó aquí fue el PSE en 1998. Nicolás Redondo ganó a RosaDíez en una experiencia óptima, porque la candidata derrotada se portó como si hubiera sido norteamericana. «Entre Nicolás y yo tenemos el 100% de los votos del partido», dijo aquella noche a sus simpatizantes. Eso animó al partido a adoptar el mismo procedimiento para elegir candidato a La Moncloa un par de meses más tarde. Y fueron las que Borrell le ganó a Almunia. Pasó lo inevitable: a duras penas consiguió el partido que lo de Huguet y Aguiar pareciera un accidente.

C’s exigió al PP que se dotara de primarias como condición para pactar, poco importa que el partido de Rivera se saltara el procedimiento cuando convenía. Por no hablar de Podemos y su culto a la transparencia, que se ha resuelto de momento, y por citar sólo el último ejemplo, en el pucherazo dado por el vicepresidente del Cabildo de Gran Canaria, lo de antes en Galicia y lo que viene en Vistalegre-2.

Cristina Cifuentes piensa que las primarias son modernas, como los tatuajes, y va a proponerlas para el congreso del PP. Cristina es la izquierda del PP, como antes había sido Gallardón. Esto en sí no quiere decir nada, salvo que los dos han tenido a la misma persona escribiéndoles la doctrinilla. Hay negros con personalidad tan acusada que destiñen y tiznan a sus mandantes. A Gallardón no le valió. A la hora de la verdad hizo la reforma del la Ley del Aborto que le pedía su partido y aunque trató de halagar a Tim Robbins, éste tiene como líder intelectual a Bardem y le hizo una cobra bastante desconsiderada por hacerse la foto junto a él. A Cifuentes le pasará lo mismo, con primarias o sin ellas. La izquierda siempre reconoce a los otros, por mucho que se camuflen.