Las prisas del Caribe

ABC 25/11/16
HERMANN TERTSCH

· En Colombia, Venezuela y Cuba temen que el relevo en la Casa Blanca acabe con la impunidad de la trama regional izquierdista

EN Maracaibo y otras ciudades de Venezuela han salido los niños con cáncer a manifestarse porque ya no tienen tratamiento de quimioterapia. Debilitados, con sus pancartas y mascarillas, piden que no los dejen morir. Pero nada sucede. Porque nada funciona en los hospitales. Nada hay de lo imprescindible para sobrevivir al menos un poco. Los viejos mueren sin remedio. Y los niños quedan a la espera conscientes de que se les va la vida porque en su entorno todo ha dejado de funcionar. Viejos y enfermos se han acostumbrado a verse morir unos a otros por falta de medicinas básicas. Mientras, la revista «Forbes» estima la fortuna de la hija de Hugo Chávez en más de 4.000 millones de dólares. Y en el barrio de Salamanca de Madrid los ladrones chavistas compiten con el dinero viejo venezolano en quedarse con los mejores pisos y edificios. La alta delincuencia civil y militar que es la cúpula del régimen invierte con prisas su botín por miedo a que la tiranía de los peores no dure. Ese dinero falta en todas partes. No sabemos, por ejemplo, cuántos niños que morirán por falta de quimioterapia podrían salvarse con los millones de dólares que se llevaron unos profesores comunistas españoles encargados de establecer en España una organización que sirviera de cabeza de puente para el chavismo en Europa.

El régimen venezolano es responsable de un milagro histórico: convertir en tres lustros una sociedad moderna poseedora de la mayor reserva petrolífera del mundo en un país colapsado, aterrorizado y miserable, en el que el hambre lleva a diario a la población a las basuras, mueren más recién nacidos que en plena guerra de Siria y hay 26.000 asesinatos al año. Es el balance del socialismo del siglo XXI. El colapso es tan bárbaro, tan brutal y doloroso que pocos se explican el control que mantiene la banda político-militar de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y los generales, dedicada a enriquecerse con el cambio de divisas, el saqueo de los recursos petrolíferos y el tráfico de cocaína. Se mantiene porque ha tenido y tiene un poder casi ilimitado de corromper. Ahí tienen como ejemplo más destacado del mismo a un expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, dedicado con mil artimañas a ayudar a Maduro a impedir que la presidencia sea revocada constitucionalmente. Sin la menor vergüenza como lacayo de la dictadura. Es probable que lo consigan. Como es probable que Zapatero salga de aquel pozo de miseria siendo un hombre rico para siempre.

Pero no las tienen todas consigo. Porque se va Barack Obama. Llega Donald Trump. Y de repente, los jefes de Maduro y los Castro en Cuba ya no tendrán en la Casa Blanca a su frívolo protector. Que también ha sido el principal defensor de la impunidad para los socios en el tráfico de cocaína de los regímenes venezolano y cubano que son las FARC colombianas. Maduro, con ayuda de Zapatero y la grotesca farsa de negociación de la MUD, cree poder prolongar su subsistencia. Juan Manuel Santos intenta prolongar la suya con otra colosal estafa con su maquillado acuerdo con los narcoterroristas. Que no someter a consulta por miedo a su gente. Pero los cambios en la Casa Blanca generan mucha inquietud entre quienes desde La Habana, Caracas y Bogotá quieren salvar el chavismo en Venezuela y lograr que triunfe en Colombia de la mano de las FARC. De ahí los muchos viajes de Zapatero a Caracas. De ahí las muchas prisas de Santos y Timochenko por firmar ayer un acuerdo que no se atreven a consultar a los colombianos. Muchas prisas. Porque se acaba la bonanza para el izquierdismo caribeño. Porque todo apunta a que en la Casa Blanca se va a poner fin al apaciguamiento del crimen.