Diego Carcedo-El Correo
- Es evidente que el presidente del Gobierno no fue de los que disfrutaron las vacaciones sin dar ni golpe
Qué le vamos a hacer, nunca es agradable dar malas noticias, pero la realidad es que para muchos se han terminado las vacaciones. Queda el recuerdo de los buenos días en la playa, en la montaña o viajando en el deseo creciente de conocer nuevos lugares del mundo que habitamos. Cada cual disfrutó de libertad para elegir. Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, por ejemplo, escogió Lanzarote, una maravillosa isla canaria donde además de un buen clima y excelente hospitalidad es posible salir a dar un paseo sin la preocupación de que te silben, insulten o, lo que aún sería peor, que te agredan a pedradas. Eso allí, en la tierra de Jorge Manrique y la memoria adoptiva de José Saramago, no ocurre.
Sánchez, que como todos tiene derecho a tomarse un descanso, hizo una demostración de buen gusto eligiendo Lanzarote, que es un lugar excepcional para descansar y de paso para reflexionar, como acostumbra. Allí, en la compañía de Salvador Illa, que no dudó en dejar sus asuntos de la presidencia recién estrenada de la Generalitat, y de José Luis Rodríguez Zapatero, que escapaba de su silencio vergonzoso de lo que está ocurriendo en Venezuela. El presidente habrá tenido una excelente oportunidad para reflexionar -palabra que le gusta- sobre lo que le aguarda cuando regrese a La Moncloa.
Se marchó hace un par de semanas sin aclarar a la opinión pública el acuerdo con ERC para que Illa -con la legitimidad que le confería haber ganado las elecciones y el detalle muy elogiable de haber repuesto la bandera española en su despacho-, otros muchos problemas más, generales, sociales y hasta familiares con los que tendrá que enfrentarse ahora. María Jesús Montero, vicepresidenta primera, tuvo que ser la que respondió al embolado, sin demostrar muchos detalles del asunto -y sin exhibir expresiones de entusiasmo- anunciando que lo mismo será igual para todas las comunidades que lo reivindiquen.
En la proximidad, Sánchez seguramente se percató del drama que la inmigración ilegal está creando en Canarias, con miles de niños y jóvenes sin poder ofrecerles alojamiento, así que seguramente reflexionó sobre el tema y, aprovechando la proximidad del archipiélago con el continente africano, aprovechó para visitar tres países atlánticos con tan buena y utópica voluntad de convencer a los respectivos colegas que pongan coto a las pateras a cambio de concederles cupos legales de emigrantes para venir a España sin ningún tipo de obstáculos. Difícil empeño que se cumpla.
Quizás habrá reflexionado también sobre el descontento de la gente con muchas de sus decisiones y para arreglarlo, sin convocar unas elecciones generales como muchos demandan, optó por convocar un Congreso del PSOE, que le sigue siendo fiel y reafirmar entre los participantes el respaldo que sus afines y beneficiados con cargos públicos le proporcionen la posibilidad de exhibir el respaldo con que cuenta para mantenerse en el poder. Es evidente que no fue de los que disfrutaron las vacaciones sin dar ni golpe.