Las reglas del juego

ABC 03/07/14
IGNACIO CAMACHO

· Las reglas de juego no se cambian por mayoría, ni simple ni absoluta. Y las leyes electorales son reglas de juego

Lección primera del manual de estabilidad política: con las reglas del juego no se juega. La primera regla del juego democrático es la Constitución y la segunda la Ley Electoral; se pueden cambiar como todo en la vida pero con mucho cuidado y poca frecuencia. Y sobre todo siempre por consenso. Está contrastado en la Historia que los regímenes que antes fracasan son aquellos cuyas bases primordiales se elaboran o se modifican en función de los intereses de poder o de coyuntura. Simplemente porque acaban vulnerando el principio de la seguridad jurídica.

Por su especial delicadeza las leyes electorales no se deben modificar por mayoría, ni simple ni absoluta. Esto es doctrina Rajoy; el presidente la ha expresado muchas veces en público y en privado. Y es doctrina sensata. Lo que por mayoría se implanta por mayoría se puede desimplantar, y eso conduce a una democracia reversible. Todas son, por lo demás, imperfectas, de tal manera que lo importante es que la imperfección goce del máximo respaldo. Que se respete el statuquo. De lo contrario se produce un fenómeno de sectarismo autoritario en el que quien ocupa el poder diseña las reglas del juego a su medida.

Por todo esto sería un error de proporciones considerables ejecutar sin consenso una reforma electoral antes de las municipales, solo porque el Gobierno tema con fundamento perder plazas importantes a manos de previsibles alianzas de izquierda. No ocurrirá; aunque se lo reclame su partido Rajoy puede ser cualquier cosa menos un imprudente. Lo que pretende con su propuesta de elección directa de alcaldes es emplazar al PSOE a retratarse en su política de pactos, a desvelar sus intenciones de ir a un frente amplio contra el PP. La estrategia gubernamental del año próximo consistirá en presentarse como único dique ante un multipartido en el que los socialistas se alíen con fuerzas radicales para arrebatar poder al partido más votado. Ahora mismo el Gabinete no tiene interlocutor enfrente pero el próximo líder del PSOE le devolverá en otoño una contrapropuesta: elección de alcaldes a doble vuelta. El ballotage francés, que seguiría obligando a los populares a ganar por mayoría absoluta pero al menos garantiza que los pactos se hagan explícitos antes de las urnas.

La irrupción de las fuerzas extremistas, con el fantasma de Podemos campando por la opinión pública, se perfila como el factor determinante de las campañas de 2015. El PSOE, convaleciente en el mejor de los casos de sus destrozos actuales, no va a tener otra posibilidad de gobernar instituciones que la de alzarse sobre acuerdos «de progreso» en los que ya no podrá estar solo con Izquierda Unida. Frentes populares de hecho aunque ya no se puedan denominar así porque el adjetivo apellida ahora el nombre del centro-derecha. El centro-izquierda por el momento no comparece. No está y ni siquiera se sabe si se le espera.