Las respetables mentiras

EL MUNDO 06/12/16
ARCADI ESPADA

CADA TANTO, una fuente engaña a un periodista. Los últimos casos que me vienen a la cabeza son los de Jackie y Gerald Foos. La primera le dijo hace dos años a la periodista Sabrina Erdely que había sido violada en el campus de la Universidad de Virginia. El reportaje se publicó en la revista Rolling Stone y a los pocos días varias investigaciones independientes empezaron a señalar graves incoherencias en el relato. Unas semanas después Rolling Stone reconocía que Jackie no había dicho la verdad. Gerald Foos es la fuente principal del último libro de Gay Talese. Fue propietario de un motel en Colorado. Según le contó al escritor tenía la extraña costumbre de espiar las actividades –principalmente sexuales, aunque también incluyó un asesinato– de sus clientes. Talese publicó la historia, primero en el New Yorker y después en un libro. Pero con el libro aún imprimiéndose hubo de declarar al Post que Foos era un tipo deshonesto y que, probablemente, lo había engañado. La última estafa conocida de una fuente afecta a este periódico y la historia publicada sobre la niña Nadia: el padre ya ha reconocido buena parte de sus mentiras.

Estas falsedades periodísticas son llamativas. Suelen ser el resultado de malas prácticas y de la peligrosa e inevitable empatía que el periodista traza con su fuente: ambos están interesadísimos en que la historia sea cierta. Si se aprovechan correctamente, dan la oportunidad de escribir útiles relatos autoinculpatorios ceñidos a la necesidad de responder al cómo lo hice y no al irrelevante porqué. Es obvio que hacen daño al oficio, y de ahí las temibles distinciones que el Instituto Poynter o la Columbia Journalism Review reservan al peor ejemplo periodístico del año. Pero no son, ni de largo, las mentiras más dañinas que publican los periódicos. A las mentiras les pasa lo que a los eufemismos: una vez detectadas pierden toda virulencia. El problema es cuando siguen ahí, blindadas en la respetabilidad de las versiones y esperando la sentencia cachazuda de la Historia. Las respetables mentiras de Judith Miller en el Times sobre las armas de destrucción masiva. Las respetables mentiras de este mismo periódico sobre el 11-M. Las respetables mentiras de las 169 portadas con las que El País convirtió a Francisco Camps en un corrupto. Sobre todas ellas la verdad llega, si llega, cuando ya no hay remedio, dispuesta a rehabilitar cadáveres. De ahí que éste sea un oficio serio y grave. Como decía el gran Gabo, el oficio más desdichado del mundo.