Miquel Giménez-Vozpópuli

Ayer sonó generala en los medios separatistas ante la convocatoria de elecciones. A partir de ese momento, las tropas de la acorazada estelada empezaron a producir opiniones de fuego graneado, lo que permite intuir que las próximas semanas van a ser de toma pan y moja. Un ejemplo lo pudimos ver ayer en TV3, en el programa de tarde Planta Baixa, donde los tertulianos se pusieron a escudriñar las tripas del pollo cual augures romanos. Obviamente, todo a favor de obra porque en la televisión del régimen lazi, en una tertulia de cinco, cuatro son separatas y el otro suele ser moderadamente – muy moderadamente – constitucionalista, y lo llevan para darle la del pulpo. Eso hasta hace unos meses, porque llevan un tiempo en el que la división ideológica entre tertulianos: separatistas muy cafeteros, separatistas pragmáticos y separatistas a secas. No hay matiz, salvo las guantadas que se dan Junts Esquerra.

A los debates acudían personalidades que exponían sus ideas y punto. En el momento en que se consolidó la figura del opinador profesional se jodió el invento

Bien sé que eso mismo sucede en las tertulias de RTVE, dónde a veces da la impresión de que quien selecciona a los tertulianos lo hace aposta para ridiculizar el empalagoso ditirambo al Bello Sánchez. En los medios, tanto públicos como privados, prima ser halagador de forma estomagantemente pertinaz hacia quien te da canonjía, silla y micrófono. Uno recuerda tertulias televisivas como “La Clave”, por citar un ejemplo lejano, o las de Hermida, algo más cercanas en el tiempo. Ni que decir tiene que la primera tuvo que marcharse de TVE por presiones del ejecutivo. Socialista, por cierto. El director de aquellos años, José María Calviño, padre de la ex ministra de economía de Sánchez, se las tuvo tiesas con el lamentablemente desaparecido José María Balbín, que pipa en ristre, supo ofrecernos unos debates magníficos, libres, espléndidos y exquisitamente compensados. Entonces no existía la figura del tertuliano. A los debates acudían personalidades que exponían sus ideas y punto. En el momento en que se consolidó la figura del opinador profesional se jodió el invento.

Que las tertulias catalanas son un vivero en el que colocar a amigos, conocidos y saludados es un hecho. Y un misterio

Pero, por volver al asunto, lo de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales clama al cielo. El presentador de la tertulia diaria del canal 324, Xavier Grasset, percibe 107.000 euros anuales por presentar ese pasquín propagandístico. Veinte mil pavos al año más que Sánchez. Que las tertulias catalanas son un vivero en el que colocar a amigos, conocidos y saludados es un hecho. Y un misterio. Costó Dios y ayuda saber qué cobraba Pilar Rahola cuando trabajaba de forma estajanovista en la tele autonómica, porque la dirección se negaba a facilitar ese dato.

Ahora los opinadores lazis van a tener que hacer horas extra, total para argumentar de forma machacona las virtudes de sus amos. La jauría andará desbocada porque de quién gane depende su pitanza. Eso descalifica la lucha libre ful de la tertulia en medios oficiales. En un canal privado, si quien patrocina es galletas Pepito pues que vivan las galletas Pepito. Pero lo público se paga con el dinero de todos y me fastidia pagar la loa al poderoso. Añadiré que también me aburre soberanamente. No hay nada más cansino que saber lo que va a decir un tertuliano antes de abrir la boca. Y encima se las dan de independientes. Amos anda. ¿Por qué no les ponemos camisetas como a los jugadores de fútbol en las que se lea “Opinador patrocinado por tal partido”? En tiempos del cólera, como éstos, sería muy de agradecer. Servidor se pide el patrocinio de “Desatranques Jaén”. Dicho queda.