Ignacio Camacho-ABC

  • La propaganda sanchista apunta ya a los jueces como herederos del franquismo. La fabricación populista de un enemigo

La discutida ley del Poder Judicial de 1985, vigente en la actualidad con algunas reformas, se basó en el propósito de renovar una judicatura educada biográfica y jurídicamente en el franquismo. Esa intención no figura como es obvio en el texto aunque queda sugerida en la exposición de motivos y tuvo reconocimiento explícito en el debate político. Cuatro décadas después el planteamiento carece de sentido pero el sanchismo lo ha rescatado de modo oblicuo para proclamarse víctima de una persecución estamental cargada de prejuicios. Primero ha intentado construir el relato falso, desmentido por los datos, de una carrera endogámica transmitida de padres a hijos, y ahora, al compás del cincuentenario de la muerte del dictador, se aproxima el señalamiento de una justicia enrocada en ofuscaciones ideológicas y privilegios sociales que el Gobierno progresista pone en peligro. Poco importa que de la época constituyente no quede ningún juez en activo; la idea de que las togas «no han completado la Transición» apunta la fabricación populista de un enemigo.

Y a los enemigos se les combate. Desde los famosos cinco días de presidencia suspensiva, el periodismo y la magistratura han sido declarados sectores no gratos por Sánchez, sabedor de que su principal obstáculo en esta legislatura son los medios y, sobre todo, los tribunales. El proyecto de meter en cintura a la prensa disidente ha quedado de momento aparcado por su carácter poco viable, pero la independencia judicial está en el objetivo para ser ‘reconducida’ más pronto que tarde. Como va a costar evitar que los procesos en marcha vayan adelante, el esfuerzo inmediato se concentra en la construcción de un marco de opinión pública manejable. El aparato de propaganda ha sido activado para denunciar una «cacería humana» promovida por intereses de parte, primer paso estratégico para denegar un eventual suplicatorio e ir preparando el abordaje de nuevos cambios legales.

La palabra ‘facha’ ha quedado erosionada por exceso de recurrencia; es menester encontrar términos denigratorios más eficaces y de menor desgaste semántico. A tal efecto el laboratorio monclovita de mensajes ha echado mano del calendario y reparado en la efeméride de la tromboflebitis de Franco, figura que se va a convertir –con la inestimable ayuda de ciertos tarugos de la derecha proclives a reivindicar su legado– en la percha multiusos, el gran contenedor argumental del próximo año. La etiqueta de ropones franquistas, con su escenografía simbólica de cortinajes carmesí y sillones de respaldo alto, es un regalo para los guionistas de contenidos publicitarios. El último reducto del antiguo régimen, la aldea gala de los resistentes al advenimiento democrático. Sólo queda un pequeño problema, y es encajar en ese cuadro las multifacéticas andanzas de Ábalos. Pero en el peor de los casos no es él a quien hay que poner a salvo.